La revolución: memoria, invención y rescate
Entre el alud de obras que conmemoran el centenario del estallido de 1910, seleccionamos este libro del historiador Álvaro Matute, una recopilación de 19 ensayos publicados originalmente entre 1976 y 1991, que en su reedición actual se dirige a un público amplio. El primer tercio del siglo XX es recorrido a través de protagonistas de distintos calibres, escenarios y hechos, en donde se reflexiona sobre los claroscuros de política y vida cultural en esa fase crucial.
Matute postula que el debate sobre ese periodo histórico ha atravesado tres momentos distintivos en el mundo académico. Un primer acercamiento historiográfico se basó en los testimonios de los protagonistas directos, que enfrentan, como durante la revolución, sus visiones enconadas, “sus recuerdos patrimoniales”. El segundo momento sucede hacia la mitad de los años 20, cuando se inició el proceso de invención de la etapa revolucionaria, surgido de la necesidad que siente el Estado nacido de ese proceso de legitimar su historia (por invención debe entenderse, puntualiza el autor, lo que plantea Edmundo O’Gorman: “dotar de sentido a un hecho o conjunto de hechos, con lo cual el historiador hace significativo el acontecer, dándole unidad y sentido a la pluralidad o dispersión”). En este caso no es “el historiador quien lo hace por primera vez, sino el propio Estado por medio de sus ideólogos oficiales y oficiosos y, paradójicamente, sus críticos e impugnadores” (Luis Cabrera, Jesús Silva Herzog, Daniel Cosío Villegas). La historiografía producida a partir de los años 60 se propone rescatar la visión de la revolución, “liberarla de la generación que está a punto de desaparecer y de los ideólogos oficiales que la habían llevado a un callejón sin salida” y ha animado un debate permanente, surgido de las aportaciones de académicos nacionales y extranjeros (Adolfo Gilly, Arnaldo Córdova, John Womack, Jean Meyer, Alan Knight, François-Xavier Guerra, Friedrich Katz...). Este tercer momento historiográfico intenta recrear y reinterpretar los acontecimientos pero, acota Matute, “al dejar el Estado de necesitar a la revolución como sustento legitimador, las nuevas visiones no cuentan con la difusión masiva deseable... su trascendencia no va más allá de la academia”.
Los dos primeros ensayos del libro se refieren a la Constitución de 1857, un “modelo agotado” al final del porfirismo, y a lo que sucedía en 1910 antes del 20 de noviembre; prosigue con una descripción de la vida cultural en torno al Ateneo de la Juventud, Diego Rivera, Pedro Henríquez Ureña y la Universidad Nacional; estudia el liberalismo precursor de la revolución, se refiere a un espacio microhistórico que dio lugar a acciones revolucionarias (Etzatlán, Jalisco), a la historia ejemplar de Felipe Ángeles y a la actuación de dos ateneístas en la Convención de Aguascalientes: José Vasconcelos y Martín Luis Guzmán; hace la crónica de un año decisivo:1917, aborda la conversión del Ejército Constitucionalista en Ejército Nacional (1917-1929) y la política educativa de Vasconcelos; narra dos episodios de la relación México-EU (el gobierno de Woodrow Wilson, la concesión impugnada de Bahía Magdalena); relata dos casos de espionaje político sucedidos entre 1919 y 1924 (“control telegráfico e inteligencia militar”); y finaliza con tres textos sobre el caudillismo revolucionario, el presidente Obregón y su herencia política. Una sugerente serie de lecturas históricas para descifrar el México actual.
Álvaro Matute, La Revolución mexicana: actores, escenarios y acciones. Vida cultural y política,1901-1929, Océano, México 2010.
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