Identidad
y paisaje
El paisaje, además de género pictórico, durante el siglo
XIX se constituyó como un elemento de identidad y referente nacional en la
pintura de los países hispanoamericanos. En la primera mitad de esa centuria
fueron los pintores extranjeros los que más se ocuparon del registro geográfico
de las tierras visitadas. El deslumbramiento ante las montañas nevadas, los
extensos valles y las costas indomables fueron la motivación principal para
realizar series de sus visitas a los países del nuevo mundo con las puertas
recién abiertas después de los movimientos independentistas. Johann Moritz
Rugendas (1802-1852) fue un pintor alemán que recorrió las cordilleras y valles
de México y Chile, y uno de los más significativos artistas de este movimiento
que por una parte se mostraba como una consecuencia de la ilustración y por
otra como atisbo del romanticismo.
Doscientos años después, Marco Aníbal Cárdenas reelabora
el género y domestica la materia para comunicarnos su propia percepción y
sentido de la luz y la naturaleza de esta parte del mundo. Cárdenas, desde hace
varios años se ha dado a la tarea de hacer un registro de paisajes de las
regiones de Jalisco, cuadros en los que principalmente explora la naturaleza,
calles y casas de pueblos y antiguas alcaldías mayores ahora convertidas en
ciudades medias. La costa, los valles, Etzatlán, Ameca, la sierra occidental
adquieren, como lo dice el pintor, “un carácter y temperamento”.
La percepción física y emotiva es la cualidad que hace la
diferencia en estas series que capturan una luz y unas atmósferas que el
artista transmite cabalmente.
Como herramienta principal están las decenas de fotos y
bocetos que llegan a conformar la pieza única que nos pone frente a una esquina
en Ameca o Etzatlán; o el magnífico que descubren un juego de geometría y
naturaleza en los valles que atisba desde la sierra de Mascota.
No es pintura pasada de moda, es arte pictórico en el que
el artista echa mano y sentimiento de sus recursos técnicos. Más de alguno de
estos paisajes se acerca al carácter del arte abstracto, en otros trasciende el
realismo y encuentra colores que definen atmósferas. Su manejo personal de la
materia pictórica en ocasiones los muestra como si fuera hecho con gis de
colores.
No está ausente el elemento humano y anota aquello que
siente; es la última visión de una escena, como el carro de mulas que cargaba
arena en Cihuatlán. Una observación dilatada del paisaje como objeto de estudio
y creación hacen de este “novísimo” pintor viajero que nos reencontremos con la
magia del que ha enamorado la materia plástica.
El mar, la montaña y el paisaje de una arquitectura
vernácula hacen de este “Retrato regional” un valioso documento artístico en
esta era, de cultura táctil y auditiva que nos desentrena el ojo avizor que se
asombre ante la naturaleza y reflexione ante los efectos que causa la
intervención humana.
Una buena oportunidad para acercarse al arte pictórico en
el sentido amplio de manejo de la materia y autenticidad del artista es esta
selección personal que el artista nos muestra en la Biblioteca del Centro
Universitario de Ciencias Sociales hasta el 22 de marzo.
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