Cerro Blanco, bello panorama del
Municipio de Etzatlán
Por: Carlos Enrique Parra Ron.
El día primero de agosto del 2012, realizamos una expedición a
lo que en el mapa del municipio está señalado como el Cerro Blanco. Nos fuimos
a temprana hora en una camioneta, pasamos el arroyo de Sta. Clara, la hacienda
de beneficio Casa Grande, misma que aún luce garboso, el chacuaco que está
fechado a fines del siglo XlX, es un conglomerado minero que se niega a morir.
Subimos el cerro teniendo como marco la verde y abundante vegetación, llegamos al Mirador de la Cruz de Quezada, seguimos más adelante y por fin llegamos al pueblo casi fantasma de El Amparo, llamado antes La Embocada, lugar que entre sus ruinas guarda un glorioso y rico pasado, en donde surgieron mil historias, anécdotas, charritas y sin faltar las famosas leyendas.
En este lugar nos detuvimos un momento para desayunar unos exquisitos lonches, al terminar seguimos nuestro camino y aproximadamente a unos dos kilómetros nos encontramos una gran roca que nos impedía el paso, por lo que tuvimos que seguir nuestro camino a pie.
Recorrimos cerca de media hora y llegamos al crucero de Piedras Bola y Las Jiménez, para después tomar el camino hacia el sur, y empezar a subir una loma, nuestro joven guía, con su energía parecía un chivo, yendo y viniendo de un lado a otro, abriéndonos camino.
Yo, la pura verdad a veces parecía que no podía ya dar un paso más, pero al ver a los demás que seguían caminando, me hice el ánimo y por fin llegamos a nuestro destino… ¡un hermoso paraje! Rocas blancas erosionadas muy grandes, rodeadas de una tupida vegetación, algunas gigantescas piedras dibujadas caprichosamente por la naturaleza con colores en diferentes tonalidades, algunos robles y dos grandes charcos, alrededor de ellos el ganado pastando, había vacas, caballos y unos animales que ya están en peligro de extinción… ¡dos burros! Madre e hijo.
De un de repente descubrí en la cúspide unos vestigios de lo que en la antigüedad fuera una vivienda con paredes de roca, todas caídas por la inclemencia del tiempo y muy cerca de ella estaba una tarja y una especie de metate, los dos labrados en la roca, realmente sorprendente.
Seguimos incursionando y a unos 200 metros me encontré un monolito, una especie
de poste de unos 50 cms. de diámetro y un metro y medio de alto, más tarde
encontramos otro de menos tamaño, seguimos caminando y nos encontramos lo que
pudo haber sido un pueblo indígena, con corrales y más casas reducidas por el
tiempo.
Después de haber contemplado el esplendor que nos ofrece la naturaleza, nos sentamos a saborear la rica fruta que habíamos venido cargando por todo el camino, misma que nos supo a gloria. Nos regresamos cada quien con una sonrisa de satisfacción por haber “descubierto” los secretos del Cerro Blanco.
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