CUValles apoya creación de empresas comercializadoras de
maíz criollo
Maiceros enfrentan pérdida de variedad genética y bajas
ganancias al vender su producto
Sus granos son blancos, planos, grandes y anchos. Tienen
como característica la buena absorción de la humedad y revienta al
nixtamalizarse. Es especial para el pozole. Se trata del maíz de ocho, cultivo
que se está perdiendo en la región Valles de Jalisco.
Por ello, la Universidad de Guadalajara (UdeG), mediante
el Centro Universitario de los Valles (CUValles), realiza esfuerzos para la conservación
de este grano criollo, ya que constituye parte de la riqueza genética del país
y un área de oportunidad de negocios para los productores.
El maíz blanco de ocho tiene como ventaja que no se
mezcla genéticamente con el maíz híbrido, ya que las plantas no florean al
mismo tiempo; entonces, pueden sembrarse en una misma comunidad o región ambas
variedades.
CUValles, a través del Centro Regional para la Calidad
Empresarial (CReCE), impulsa el cultivo de maíz blanco de ocho en el ejido Don
Martín, y apoya a productores de variedades híbridas blanca y amarilla, en el
caso de la comunidad La Esperanza y El Cabezón, para que comercialicen con más
ganancias sus productos, sin restar importancia a las variedades criollas.
La ventaja que tienen los productores de maíz blanco de
ocho es que venden directamente el grano sin necesidad de intermediarios; pero
quienes deciden sembrar variedades híbridas sí enfrentan los problemas
derivados del intermediarismo, destacó el maestro Francisco Javier González Rodríguez,
académico jubilado quien laboró en el CReCE.
El
caso de Don Martín
La comunidad de Don Martín está ubicada al norte de
Ameca, por la carretera a Ahualulco, a un costado de la Sierra del Águila. Está
compuesta por 32 ejidatarios productores de maíz y de caña. Y cada uno tiene
una dotación de entre seis y ocho hectáreas como máximo, de acuerdo con el
testimonio del ejidatario Juan Jesús Medina López.
“Algunos sembramos también caña. Eso nos ayuda en la
economía. Por lo menos, esas cosechas las tenemos seguras, porque tenemos ya
dónde entregarlas”, afirmó Medina López.
Detalló que algunos problemas que enfrentan los
productores están relacionados con el pago de sus productos.
“Hay pocas utilidades en el maíz porque los insumos
tienden a la alza, y no ha habido control en sus precios; además, el precio del
grano es muy bajo, en comparación con los gastos que tienen los productores”,
agregó.
“Ahorita es incosteable el maíz. Siembro porque tengo mi
terrenito y es injusto verlo baldío; además, uno tiene que sacar la semilla
para su propio consumo, un autoconsumo, porque la señora todavía echa la
tortillita, y por eso seguimos sembrando, pero no hay mucha utilidad,
desgraciadamente”, externó el productor.
¿Han
tenido pérdidas?
“Bueno, pérdidas, si comparamos el costo de producción
con el costo real, sí podemos tener pérdida, porque muchas veces la siembra
depende de la voluntad de Dios, ya que si hay un temporal malo en lluvias, sí
las hay, porque no cosechamos lo que deberíamos, y ésas ya no se recuperan”,
informó.
¿Cómo
fue que ustedes se acercaron a los académicos y estudiantes del CUValles?
“Ellos se acercaron. Nos impartieron unos cursos de
capacitación para sacarle un valor agregado a nuestro cultivo. Qué bonito sería
que nos organizáramos para formar empresitas que ubiquen nuestros productos en
el mercado y en el caso del maíz híbrido, no depender de intermediarios que
tenemos en el pueblo. Ellos son acaparadores y pagan el grano a como bien les
place. Siquiera nos liquidaran al momento de la cosecha, pero tenemos que
esperar dos o tres meses para que nos puedan liquidar nuestros granos. Es un
problema”.
El productor señaló que el maíz de ocho es una variedad
que cada vez se siembra menos, de ahí la necesidad de reactivar su producción.
Estudiantes y académicos del CUValles influyen con
capacitación en la comunidad de Don Martín para incentivar la producción de
maíz blanco de ocho, explicó el académico González Rodríguez.
Una de las razones por las que se está perdiendo la
costumbre de sembrarlo, es que, según
los ejidatorios, se “acama” la milpa, es decir, se cae. Esto puede ser
corregido de manera paulatina gracias a una adecuada selección de la semilla
cuando la milpa está verde, tomando en cuenta que el grano que será sembrado es
seleccionado de la cosecha anterior.
“Otra razón que esgrimen es que el maíz de ocho no es tan
productivo como los híbridos, de los cuales pueden obtenerse hasta catorce
toneladas por hectárea, mientras que con la variedad criolla, solamente 11
toneladas por hectárea”, declaró el académico.
En contraparte, el criollo tiene como ventaja que puede
venderse a un precio mayor que el híbrido, el cual se paga a los productores a
un mínimo de 3 mil 400 pesos la tonelada y un máximo de 4 mil 14 pesos. En
cambio, los comerciantes pagan por el de ocho, sin nixtamalizar, entre los ocho
hasta 18 pesos el kilo, lo que representaría por tonelada cerca de ocho mil y
hasta 18 mil pesos, calculó el académico universitario, lo que representaría
una ganancia mayor.
Un objetivos del CUValles es que en la comunidad de Don
Martín se siembre una parcela demostrativa.
“La parcela demostrativa serviría para cuantificar la
producción de maíz de ocho y ver la posibilidad de su procesamiento para
venderlo ya nixtamalizado para pozole y tamales, además de ayudar a los
ejidatarios a crear una marca. Para ellos se les daría asesoría en el CReCE”,
abundó.
Los
productores de La Esperanza
La comunidad de La Esperanza, vecina a la población de
Ameca, tiene 119 ejidatarios. Ellos tienen entre dos y media y hasta 20 hectáreas por cabeza, y sólo 40 producen
maíz, señaló el ejidatario Vicente Jiménez Monay.
¿Cómo
los ayudó el CUValles?
“Acudió un grupo de estudiantes y académicos para
orientarnos sobre cómo canalizar mejor nuestros productos y sacarles un valor
agregado. Nos dijeron que podíamos formar microempresas para comercializar
directamente el producto terminado. El grano que producimos se comercializa por
medio de los llamados ‘coyotes’, los intermediarios que venden el producto a
las empresas”, dijo Jiménez Monay.
¿Cuáles
problemas enfrentan al tratar con los “coyotes”?
“El maíz lo cosechamos alrededor del mes de noviembre o
diciembre, y ellos nos están pagando hasta marzo. Durante ese tiempo no
recibimos ningún ingreso. Pero si nos animamos a vender el grano de manera
directa, podríamos obtener, incluso, mejor precio”.
Cuando
habla de producto terminado, ¿a qué se refiere?
“Ellos nos pusieron como ejemplo el maíz palomero. Nos
dijeron que podíamos entregarlo a las tiendas en bolsitas, con un determinado
volumen en gramos para no tener que depender de los intermediarios”.
El
caso de El Cabezón
En el ejido el Cabezón, compuesto de 358 ejidatarios, son
sembradas variedades criollas, híbridas y amarillas de maíz. Esa comunidad
enfrenta problemas similares a los de la Esperanza en la comercialización de
sus productos, derivados del intermediarismo.
Los ejidatarios, gracias a la asesoría que recibieron del
CReCE, se dieron cuenta que su problema es la organización. Ellos saben que si
se unen para compran al mayoreo sus insumos van a ahorrar dinero, y si
comercializan sus granos de manera directa con las grandes empresas, ganarían más,
destacó el académico Francisco Javier González Rodríguez.
La incubadora de empresas CReCE, del CUValles tiene tres
años interveniendo las comunidades de La Esperanza, El Cabezón, en las que
académicos y alumnos dan asesoría para comercializar el maíz y Don Martín,
donde se quiere cultivar una parcela modelo, de 2015 hasta la fecha.
Fuente: Prensa U de G / Martha Eva Loera
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