03 junio 2019

Impulsan la comercialización del maíz criollo en la Región Valles 03/jun/19


CUValles apoya creación de empresas comercializadoras de maíz criollo

Maiceros enfrentan pérdida de variedad genética y bajas ganancias al vender su producto
Sus granos son blancos, planos, grandes y anchos. Tienen como característica la buena absorción de la humedad y revienta al nixtamalizarse. Es especial para el pozole. Se trata del maíz de ocho, cultivo que se está perdiendo en la región Valles de Jalisco.

Por ello, la Universidad de Guadalajara (UdeG), mediante el Centro Universitario de los Valles (CUValles), realiza esfuerzos para la conservación de este grano criollo, ya que constituye parte de la riqueza genética del país y un área de oportunidad de negocios para los productores.


El maíz blanco de ocho tiene como ventaja que no se mezcla genéticamente con el maíz híbrido, ya que las plantas no florean al mismo tiempo; entonces, pueden sembrarse en una misma comunidad o región ambas variedades.

CUValles, a través del Centro Regional para la Calidad Empresarial (CReCE), impulsa el cultivo de maíz blanco de ocho en el ejido Don Martín, y apoya a productores de variedades híbridas blanca y amarilla, en el caso de la comunidad La Esperanza y El Cabezón, para que comercialicen con más ganancias sus productos, sin restar importancia a las variedades criollas.

La ventaja que tienen los productores de maíz blanco de ocho es que venden directamente el grano sin necesidad de intermediarios; pero quienes deciden sembrar variedades híbridas sí enfrentan los problemas derivados del intermediarismo, destacó el maestro Francisco Javier González Rodríguez, académico jubilado quien laboró en el CReCE.

El caso de Don Martín
La comunidad de Don Martín está ubicada al norte de Ameca, por la carretera a Ahualulco, a un costado de la Sierra del Águila. Está compuesta por 32 ejidatarios productores de maíz y de caña. Y cada uno tiene una dotación de entre seis y ocho hectáreas como máximo, de acuerdo con el testimonio del ejidatario Juan Jesús Medina López.

“Algunos sembramos también caña. Eso nos ayuda en la economía. Por lo menos, esas cosechas las tenemos seguras, porque tenemos ya dónde entregarlas”, afirmó Medina López.

Detalló que algunos problemas que enfrentan los productores están relacionados con el pago de sus productos.

“Hay pocas utilidades en el maíz porque los insumos tienden a la alza, y no ha habido control en sus precios; además, el precio del grano es muy bajo, en comparación con los gastos que tienen los productores”, agregó.

“Ahorita es incosteable el maíz. Siembro porque tengo mi terrenito y es injusto verlo baldío; además, uno tiene que sacar la semilla para su propio consumo, un autoconsumo, porque la señora todavía echa la tortillita, y por eso seguimos sembrando, pero no hay mucha utilidad, desgraciadamente”, externó el productor.

¿Han tenido pérdidas?
“Bueno, pérdidas, si comparamos el costo de producción con el costo real, sí podemos tener pérdida, porque muchas veces la siembra depende de la voluntad de Dios, ya que si hay un temporal malo en lluvias, sí las hay, porque no cosechamos lo que deberíamos, y ésas ya no se recuperan”, informó.

¿Cómo fue que ustedes se acercaron a los académicos y estudiantes del CUValles?
“Ellos se acercaron. Nos impartieron unos cursos de capacitación para sacarle un valor agregado a nuestro cultivo. Qué bonito sería que nos organizáramos para formar empresitas que ubiquen nuestros productos en el mercado y en el caso del maíz híbrido, no depender de intermediarios que tenemos en el pueblo. Ellos son acaparadores y pagan el grano a como bien les place. Siquiera nos liquidaran al momento de la cosecha, pero tenemos que esperar dos o tres meses para que nos puedan liquidar nuestros granos. Es un problema”.

El productor señaló que el maíz de ocho es una variedad que cada vez se siembra menos, de ahí la necesidad de reactivar su producción.

Estudiantes y académicos del CUValles influyen con capacitación en la comunidad de Don Martín para incentivar la producción de maíz blanco de ocho, explicó el académico González Rodríguez.

Una de las razones por las que se está perdiendo la costumbre de sembrarlo, es que, según  los ejidatorios, se “acama” la milpa, es decir, se cae. Esto puede ser corregido de manera paulatina gracias a una adecuada selección de la semilla cuando la milpa está verde, tomando en cuenta que el grano que será sembrado es seleccionado de la cosecha anterior.

“Otra razón que esgrimen es que el maíz de ocho no es tan productivo como los híbridos, de los cuales pueden obtenerse hasta catorce toneladas por hectárea, mientras que con la variedad criolla, solamente 11 toneladas por hectárea”, declaró el académico.

En contraparte, el criollo tiene como ventaja que puede venderse a un precio mayor que el híbrido, el cual se paga a los productores a un mínimo de 3 mil 400 pesos la tonelada y un máximo de 4 mil 14 pesos. En cambio, los comerciantes pagan por el de ocho, sin nixtamalizar, entre los ocho hasta 18 pesos el kilo, lo que representaría por tonelada cerca de ocho mil y hasta 18 mil pesos, calculó el académico universitario, lo que representaría una ganancia mayor.

Un objetivos del CUValles es que en la comunidad de Don Martín se siembre una parcela demostrativa.

“La parcela demostrativa serviría para cuantificar la producción de maíz de ocho y ver la posibilidad de su procesamiento para venderlo ya nixtamalizado para pozole y tamales, además de ayudar a los ejidatarios a crear una marca. Para ellos se les daría asesoría en el CReCE”, abundó.

Los productores de La Esperanza
La comunidad de La Esperanza, vecina a la población de Ameca, tiene 119 ejidatarios. Ellos tienen entre dos y media y hasta  20 hectáreas por cabeza, y sólo 40 producen maíz, señaló el ejidatario Vicente Jiménez Monay.

¿Cómo los ayudó el CUValles?
“Acudió un grupo de estudiantes y académicos para orientarnos sobre cómo canalizar mejor nuestros productos y sacarles un valor agregado. Nos dijeron que podíamos formar microempresas para comercializar directamente el producto terminado. El grano que producimos se comercializa por medio de los llamados ‘coyotes’, los intermediarios que venden el producto a las empresas”, dijo Jiménez Monay.

¿Cuáles problemas enfrentan al tratar con los “coyotes”?
“El maíz lo cosechamos alrededor del mes de noviembre o diciembre, y ellos nos están pagando hasta marzo. Durante ese tiempo no recibimos ningún ingreso. Pero si nos animamos a vender el grano de manera directa, podríamos obtener, incluso, mejor precio”.

Cuando habla de producto terminado, ¿a qué se refiere?
“Ellos nos pusieron como ejemplo el maíz palomero. Nos dijeron que podíamos entregarlo a las tiendas en bolsitas, con un determinado volumen en gramos para no tener que depender de los intermediarios”.

El caso de El Cabezón
En el ejido el Cabezón, compuesto de 358 ejidatarios, son sembradas variedades criollas, híbridas y amarillas de maíz. Esa comunidad enfrenta problemas similares a los de la Esperanza en la comercialización de sus productos, derivados del intermediarismo.

Los ejidatarios, gracias a la asesoría que recibieron del CReCE, se dieron cuenta que su problema es la organización. Ellos saben que si se unen para compran al mayoreo sus insumos van a ahorrar dinero, y si comercializan sus granos de manera directa con las grandes empresas, ganarían más, destacó el académico Francisco Javier González Rodríguez.

La incubadora de empresas CReCE, del CUValles tiene tres años interveniendo las comunidades de La Esperanza, El Cabezón, en las que académicos y alumnos dan asesoría para comercializar el maíz y Don Martín, donde se quiere cultivar una parcela modelo, de 2015 hasta la fecha.
Fuente: Prensa U de G / Martha Eva Loera

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