En la República mexicana era tanta la preocupación por la
llegada del cólera al país, que a principios de enero de 1833 el gobernador de
Jalisco, José Ignacio Herrera, ordenó la publicación —en la Gaceta del Gobierno
del Estado— de una circular dirigida a su persona, procedente de la capital de
la República, en la cual se le notificaba que:
El supremo gobierno tiene noticias que la cholera morbus,
que tantos estragos ha causado en los países que ha invadido, ha aparecido en
el estado de Chiapas. Esta especie ha llamado la atención del Excelentísimo Sr.
Presidente en razón de temer que se propague a los demás de la república; y
conceptuando como uno de los principales deberes el prevenir los males que ocasionaría
ese contagio, manda diga a Vuestra Señoría que habiéndose advertido ser uno de
los principales preservativos contra la cholera la limpieza de las calles, así
como de las habitaciones, disponga Vuestra Señoría que recapitulándose todas
las providencias concernientes al aseo y policía de las calles, plazas, etc.
que se han tomado antes de ahora, las haga Vuestra Señoría publicar de nuevo
excitando al Excelentísimo Ayuntamiento de esta capital para que cuide de su
más exacto cumplimiento, haciéndose lo mismo con el vecindario de ella, para
que respectivamente cuide cada uno de que el interior de sus casas se conserve
limpio, sin permitir el acopio de basuras ni de otras materias pútridas capaces
de infestar el aire Esta nota difundida a la nación por el Supremo Gobierno, encabezado
por el presidente Manuel Gómez Pedraza
En 1833 el cólera entró por primera vez al país procedente
de Nueva Orleans, la cual fue una vía de acceso distinta a la tradicional
entrada de enfermedades que era el puerto colonial de Veracruz.
Asimismo, a pesar de que se difundieron en México múltiples
pautas de comportamiento moral, recetas curativas, estrategias sanitarias, así
como medidas de higiene personal y colectiva para prevenir el contagio, en la
mayoría de los casos éstas no dieron los resultados esperados. Además, las
intensas evacuaciones, los vómitos, los calambres, el tono azulado de la piel,
así como los dolores que manifestaban los enfermos del cólera fueron síntomas
lo suficientemente impactantes como para afectar el ánimo de la población.
Entre 1833-1834 hubo 32 muertes por el cólera en
Etzatlán. El primer fallecimiento fue el 03/09/1833
Existen diversas evidencias documentales
en las que se verifica tanto el incremento en la mortalidad a causa del vibrión
colérico como el terror que generaba en la población la llegada de la enfermedad
asiática; sin embargo, en algunas parroquias, virus como el de la viruela
ocasionaron más muertes que la bacteria del cólera, sin tanto temor de los
pobladores.
En el curato de Arandas, durante la
epidemia de 1830 y 1831, el virus orthopox cobró 393 vidas,137 mientras
que el cólera victimó a 25 feligreses. En ese mismo sentido, en la parroquia de
Tepatitlán la viruela causó 672 decesos, en tanto que la bacteria asiática
provocó el fallecimiento de 272 personas. Lo anterior a pesar de la existencia de
la vacuna contra la viruela.
Finalmente, el pánico aterrador hacia el cólera morbus, asentado
en varias fuentes durante sus llegada al territorio mexicano, posiblemente se
debió, entre otros, a tres factores: 1) la novedad del cólera en el país; 2) el
desconocimiento del método preciso para combatir al vibrión colérico, y 3) la
intensidad y brevedad con la que la bacteria causaba estragos en las víctimas.
CON INFORMACIÓN DE “LA EPIDEMIA DEL CÓLERA DE 1833-1834
EN EL OBISPADO DE GUADALAJARA.RUTAS DE CONTAGIO Y MORTALIDAD” Escrito por David
Carbajal López de la Universidad de Guadalajara.
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