Leyenda del Chavarín, el hombre que vendió su alma al diablo en Jalisco.
Se dice que el Chavarín continúa merodeando por un río que se encuentra en Ameca, Jalisco.
A principios del
siglo pasado, en la ciudad de Ameca, Jalisco, hubo un tiempo donde los campos
de maíz y de caña no producían nada debido a la fuerte sequía
que afectaba la ciudad. Los campesinos rogaban al cielo para que la lluvia
apareciera en las nubes e hiciera crecer las semillas para alimentar a las
familias.
Sin embargo, la lluvia no llegó y las familias sufrieron al
no tener comida para alimentar a sus seres queridos.
Así, la desesperación entre los habitantes aumentó cada día
más y el pueblo de Ameca era conocido por el dolor, el hambre y el sufrimiento
que vivían sus habitantes.
Una noche, Lucio y su esposa platicaban alrededor del fuego
de la cocina:
– ¡Lucio, los niños tienen hambre y no queda nada de
despensa! – dijo su esposa.
– ¿Y qué quieres que yo haga? ¡No podría aparecer comida
aunque quisiera!- le contestó Lucio muy enojado.
Al día siguiente Lucio tuvo una idea, ¡vender su alma al
diablo! Se encontraba tan desesperado por no poder alimentar a su familia que
estaba dispuesto a todo.
Esperó al anochecer y salió al patio para llamar al diablo,
quien después de escuchar la petición del pescador, apareció con una sonrisa
burlona.
– ¿Por qué me has llamado? Debes saber que si te ayudo, el
precio que pagarás es muy alto- le dijo el diablo a Lucio.
– ¡No me importa, pagaré el precio que sea necesario para
poder alimentar a mi familia!- respondió Lucio.
– Muy bien, entonces te daré suficiente dinero para que
jamás vuelvas a pasar hambre- asintió el diablo frotando sus manos. – Pero a
cambio, tendrás que darme tu alma.-
– ¡Acepto!- afirmó Lucio, mientras el diablo desapareció
entre las sombras.
A partir de ese día Lucio cambió, ya no era el hombre serio
que conocía su esposa y su familia. Él se convirtió en una persona injusta,
grosera y egoísta que solo pensaba en él
mismo.
Decidió irse a vivir a una casa a orillas del río y abandonó
a su familia, pues pensaba que no merecían su dinero ni su comida. Su único
acompañante era una fea culebra quien quería mucho.
Aunque el corazón de Lucio se había convertido en una piedra
dura, su esposa lo seguía queriendo y estaba preocupada por él. Fue a la iglesia
del pueblo a pedir ayuda al sacerdote para librar a su esposo de tan feos
sentimientos.
Lucio se encontraba en su casa contando su dinero, y al ver
que se acercaban su esposa y el sacerdote, sintió gran temor de perder su
riqueza, salió corriendo por la puerta trasera y se arrojó, junto con la
culebra, a la corriente del río Ameca. Nunca más se le vio salir.
Muchos años después, la gente comenzó a decir que le veían
salir de vez en cuando del río, convertido en un monstruo mitad hombre y mitad
culebra. ¡Y que él era el culpable de todos los que perdían la vida ahogados en
los cauces del río!
Hasta hoy, podemos escuchar a las mamás diciendo a sus
hijos:
– ¡Tengan cuidado, no se vayan a bañar al río porque les va
a salir “El Chavarín” y los va a ahogar!