“Las mujeres son más
longevas que los hombres y su situación se complica debido a que no gozan de
una pensión o jubilación, porque nunca trabajaron en una actividad que les
proporcionara seguridad social; sólo se ocuparon del cuidado del hogar y de los
hijos hasta que éstos conformaron sus familias, y ahora que son adultas mayores
esperarían la ayuda de otros para vivir la última etapa de su vida. La pregunta
inmediata es ¿cómo subsisten?, ya que en ocasiones sus ingresos son limitados”,
afirma Angélica Navarro Ochoa, en su trabajo sobre vulnerabilidad, trabajo y
salud de mujeres de la tercera edad que publicó en la revista de El Colegio de
Sonora región y sociedad, no. 68.
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Foto ilustrativa |
La autora de este
artículo de investigación examina la situación de las adultas mayores desde un
enfoque de género, y muestra la complejidad de las relaciones que construyen
para enfrentar la desigualdad, el empobrecimiento y una mayor vulnerabilidad,
en comparación con los hombres.
El trabajo contribuye a
visibilizar la situación riesgosa y vulnerable de esta población, y los
resultados muestran que existe una relación entre sus padecimientos y el exceso
de trabajo físico que realiza. Por tanto, la condición de vida de los ancianos
es vulnerable, debido a circunstancias familiares, culturales y económicas, que
se reflejan en pobreza, abandono y marginalidad.
Angélica Navarro Ochoa,
profesora – investigadora del Centro Universitario de los Valles, Universidad
de Guadalajara apunta en el
documento que de acuerdo a registros del
año 2013 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, en México existen
alrededor de 12 millones de personas de más de 60 años, y de éstas 18 por
ciento sufre de maltrato, violencia, abandono, aislamiento, discriminación,
dependencia física y económica, y en la actualidad también existen factores
sociales que los colocan en una posición de mayor vulnerabilidad.
Navarro Ochoa señala
que “ante la falta de seguridad social y el apoyo de los hijos, y como una
manera de reducir los efectos de su vulnerabilidad, algunos adultos mayores se
ven en la necesidad de desempeñar actividades remuneradas para sostenerse, y
depender de familiares o extraños para cubrir necesidades afectivas, materiales
o aliviar enfermedades”.
Advierte que lo que a
primera vista aparenta ser una falta de atención hacia algunas adultas mayores,
puede ser un indicador de falta de conciencia profunda sobre sus necesidades y
derechos y aunque el estudio de caso se desarrolla en Ameca, Jalisco, esta
situación se repite en muchas regiones del país, aunque, aclara que no todas
viven en esta situación, están solas o son dependientes económicamente.
Por lo que a manera de
conclusión asegura que el cuidado y atención del anciano debe de ser una
obligación compartida con la familia, la comunidad, el empleador y el gobierno.
“De ahí que se debe
buscar que cada actor involucrado en proporcionar el bienestar a este sector de
la población asuma su responsabilidad. Así ya no se presentarán casos de
adultos mayores abandonados, vulnerables y marginados, sino de los que
disfrutan de una calidad de vida adecuada a sus condiciones físicas y humanas”.
El estudio es
cualitativo, aunque no se descartó el análisis cuantitativo. A partir de
entrevistas a profundidad, se reconstruyen experiencias de algunas adultas
mayores que enfrentan desamparo, incapacidad o maltrato, y que tienen que
trabajar para sobrevivir. Este trabajo contribuye a visibilizar la situación
riesgosa y vulnerable de esta población, y los resultados muestran que existe
una relación entre sus padecimientos y el exceso de trabajo físico que realiza.
Por tanto, la condición de vida de los ancianos es vulnerable, debido a
circunstancias familiares, culturales y económicas, que se reflejan en pobreza,
abandono y marginalidad.
Doña Lucila, de 73 años
y separada de su esposo, posee una tienda de abarrotes pequeña y ahí tiene la
oportunidad de mantener relaciones con sus vecinos. No obstante estos contactos,
llega a sentirse muy sola; la soledad la lleva a cuestionarse qué es lo que
hizo mal para estar viviendo así, cuando no cree que lo merece, dice: “yo no me
porté mal con mis padres, no sé por qué mis hijos me tratan así”. Guadalupe comentó:
Estoy aquí en el olvido por días y ni quien se acuerde de mí. Mis hijas vienen
en ocasiones a visitarme y me ayudan con el quehacer, pero hasta ahí. Nadie me
brinda un apoyo económico y entiendo, porque ellos tienen obligaciones con sus
familias. Por eso trabajo, para no tener que pedirles nada, ni pa’ mis
medicinas y sí que son muchas…
Los beneficiarios de 70
y Más reciben 500 pesos mensuales –en la actualidad rebasa los 800– cada dos
meses, y la cantidad se eleva cada año. Según el oficial mayor de Ameca, hasta
enero de 2010 se le otorgaba a 1 035 personas, cuando la población era de 3 331
de 70 y más años (INEGI 2010). La ayuda es muy limitada pero, como algunos de
los abuelos comentaron, “de algo a nada, es mejor algo”.