El Ayuntamiento y vecindario de la villa de Etzatlán ante V.
Soberanía con el más profundo respeto exponemos: que contristado y agobiado
nuestro corazón casi hasta el extremo, al rigor de la interrumpida y larga
cadena de calamidades que las ilusiones políticas han hecho sufrir al infeliz
pueblo mexicano, alimentaba la esperanza racional de que amaestrados por la
experiencia y por la lección terrible y humillante, que acabamos de recibir de
nuestros codiciosos vecinos del Norte, seriamos en lo sucesivo más cuerdo y no
s dedicaríamos, no a fomentar la discordia, causa única de nuestra debilidad,
de nuestra vergüenza y de nuestra ruina; sino a tentar pacífica y cuerdamente
todos los medios posibles, para soldar los ya rotos vínculos de nuestra fraternidad nacional. ¿Cuál pues, no
habrá sido nuestra sorpresa, al leer en los periódicos y en las repetidas
representaciones, dirigidas a V.
Soberanía y al Exmo. Sr. Presidente de la República, que se ha cometido
el osado absurdo de proponer a V. Soberanía, que decrete la tolerancia de
religiones falsas entre nosotros, y no del modo con que las estamos pasivamente
tolerando de hecho, sino del modo que ejercemos la nuestra, con la erección de
templos y de altares, con la predicación de doctrinas corrompidas, antisociales
y sacrílegas, con prácticas y costumbres repugnantes hasta a el nudo buen
sentido, es decir, con un a cooperación de autoridad y aprobación de una ley
verdaderamente ateísta, pues lo es todo lo que emana de la indiferencia o a
ella conduce?
Confesamos que nuestro asombro ha sido grande; superior a
toda ponderación; pues si las materias, doctrinas, combinaciones y sistemas
políticos, que se han pregonado tanto en la República, han sido para nosotros y
quizá par a sus propagadores, un embrollo incomprensible, inextricable; esta
nueva e inesperada cuestión, sí la entendemos: sí, Sr., a pesar de nuestra
grande ignorancia, la entendemos, la sentimos, y prevemos las horrendas
consecuencias de su triunfo entre nosotros.
Basta, Sr., tener un corazón católico, basta tener buen
sentido, para verter forzosamente las más amargas lágrimas, al considerar, que
el genio del mal levanta aun osadamente la cabeza entre nosotros y se gloría de
tener cooperadores (permítasenos decirlo) hasta en el seno de V . Soberanía.
Sumamente sólidos, abundantes y luminosos son los
razonamientos que hemos visto en los innumerables escritos que en estos días
han salido a la luz pública, refutando victoriosa e incontrovertiblemente el
establecimiento de la tolerancia legal de falsas religiones entre nosotros.
A ésos preciosos escritos suscribimos, ya que nuestra
capacidad no alcanza a más; pero permítanos V. Soberanía, que a nuestro modo
franco, humilde y llano le expongamos nuestras ideas concretadas en las
siguientes proposiciones.
1 . De ningún modo conviene a la República mexicana el
establecer en ella legalmente la tolerancia de sectas religiosas.
2. Esta tolerancia es contraria a la voluntad nacional.
3 . V . Soberanía carece de facultades para decretarla.
A donde quiera, Sr., que fijamos nuestra mente se agolpan de
tropel pensamientos mil, que nos gritan no con venirnos de modo alguno la
tolerancia religiosa entre nosotros. Los hombres ignorantes y de buena fe como
nosotros, son siempre mucho más apegados a los hechos, a las pruebas, que los
sublimes razonadores; así es que nosotros hemos buscado e n la presente cuestión,
pruebas que nos convenzan de que (aun suponiendo el absurdo de que V. Soberanía
fuera capaz de apostatar, es decir, de renegar de la fe de Jesucristo, que por
su dicha y la nuestra profesa; como es forzoso que lo haga para establecer y
proteger en la República la tolerancia de falsos cultos, por aquello de "quien no es conmigo es contra mi)”
hemos buscado, repetimos, pruebas que
nos manifiesten que la tolerancia de cultos nos traerá la paz que tanto
apetecemos y necesitamos; y afortunadamente hemos encontrado en la Europa y entre
nosotros mismos hechos que lejos de hacernos variar, nos confirman en nuestro
modo de pensar.
La Alemania, la Holanda, la Suiza, la Escocia fueron
inundadas de sangre por la discordia religiosa; pero sin ir tan lejos ¿qué
ventajas sacó en nuestros días Yucatán del establecimiento de la tolerancia de
cultos? Sacó la ventaja de conocer prácticamente la ridiculez e inconducencia
de su decreto, para llamar la inmigración de extranjeros y el genio de la
industria, de la riqueza y del bien estar material, amuleto fascinador de las
almas corrompidas y egoístas. ¿Qué cuadro nos presenta Guatemala, la filósofa,
la indiferente Guatemala? Triunfa Morazan y con él los principios que ahora se
proclaman entre nosotros, cuya expresión era allí en la época el Dr. Galvez.
Se proclama la tolerancia al tiempo mismo que se encadena al
Arzobispo y a los sacerdotes, que cautivos, maltratados y devorados de hambre y
de miseria, son embarcados para un país enemigo con quien esa República estaba
en guerra : se da una ley de ostracismo, que lanza, a países extranjeros a
cuanto Guatemalteco tenía algún mérito; se convoca a los extranjeros de todas
naciones y cultos para que fuesen a poblar el rico país de la grana y el añil;
se sacrifican las costumbres y los usos nacionales a la extranjero-manía, de un
deismo embozado con el negro manto del apóstata de Wittenberg, adoptándose por
código penal el que un Anglo-sajón compuso para la Luisiana; y por resultado de
estas reformas esperaba el partido que las sostenía, alguna paz, grande
inmigración, mucha riqueza y las simpatías de las naciones extranjeras y ¿cual
fue la realidad de esas esperanzas? Morazan ha muerto fusilado por la
discordia; Galvez libró su seguridad en la fuga buscando asilo en nuestro
suelo; la Confederación de Centro-américa queda disuelta en fraccionada
soberanía; una sola de ellas en la que se suscitan ideas religiosas y se
despiertan sentimientos nacionales, entra en un camino de esperanzas y bien
estar: ella sola merece las consideraciones de Europa, y ella sola es la verdad
la que había desandado la senda por donde las otras continuaron su marcha :
estas no pueden entenderse así mismas, y la ocupación que tan sin ceremonia ni
pretexto hicieron de León de Nicaragua los Ingleses, está completando el
descrédito de las ilusiones con que se nos barniza la actual persecución a la
religión de nuestros padres.
¿Qué nos dice mientras tanto la España? Burla a los Apóstoles
del protestantismo enviados por Inglaterra, tal vez más como agentes de su gabinete que como propagadores de la
religión de Enrique VIII. Un solo eclesiástico que con solo el fin de casarse
se hace secuaz de los predicantes, fue declarado por los partidos de todas las
comuniones políticas, loco y el
gobierno de Espartero, no obstante ya dominado vergonzosamente por la
influencia inglesa, hace entender a los misioneros del protestantismo, que
cualquiera español que estime en algo la noble descendencia de donde tuvo
origen, tolerará todo menos la humillación de verse envilecido a los pies de
aquella secta que había jurado el exterminio de la patria de sus padres, en la
que el catolicismo fue y ha sido la enseña de la unidad de independencia
nacional y ¿qué ha perdido por ello la España? ¿Será más poderoso, más feliz
Yucatán? ¿Envidiará aquella la suerte de Guatemala? Tenemos pues, por una parte
pruebas repetidas e irrefragables, de que el roce autorizado de distintos y aun
contradictorios cultos, da por resultado infalible la destrucción cruenta de la
sociedad, y por otra parte que la sanción de la tolerancia de cultos, ni
siquiera produciría el mísero resultado a que parece aspiran sus inconsiderados
defensores; pero, por un momento supongamos, que se consiguiera ver en nuestro
suelo cuanto progreso material es concebible en las artes, en el comercio, en
todas las clases de industria, y en cuanto coopere al bienestar físico del hombre
: ¿Será conveniente, será racional el adoptarlo cambiándolo por el progreso
moral, que fluye únicamente de la religión verdadera cuya s reglas eternas, inmutables
y eminentemente sociales, proclaman la igualdad y la fraternidad del hombre,
que vigorizan y ordenan nuestros esfuerzos en busca de nuestro bienestar aun
físico, y que han conducido siempre a las naciones al mas alto y sólido grado de
esplendor?
¿Se oculta en nuestros tiempos, ni aun a los mas estúpidos,
que las naciones mas avanzadas en progresos del orden físico como la Inglaterra
y la Francia, son en las que precisamente abunda el pauperismo, es decir, la infelicidad
del mayor número? Nada, Señor, es mas cierto que el que, el progres o moral está
en razón inversa del progreso físico ó material para la felicidad del género
humano. Imposible es la felicidad donde se halla autorizado el error.
¿Será conveniente que V. Soberanía autoricé él mayor de los
errores para acabar de hacernos
completamente infelices?
2. Nada, Señor, repugna mas a un pueblo que el que se
combatan bruscamente sus costumbres; porque su apego tenaz a ellas, es
hereditario, nació con ellas, las aprendió de sus padres, se naturaliza y
regula por ellas, y por ellas conoce y simpatiza con sus compatriotas, hasta el
punto de hacérsele insoportable la vida común con hombres que observan distinto
modo de hablar y de vivir. Sube de punto su repugnancia cuando el combate es
dirigido a sus hábitos religiosos; porque si ejerce aquellas por mera comodidad
y porque así las aprendió, estos los observa por una necesidad imprescindible
impresa en el corazón del hombre. La mas constante experiencia nos enseña que
casi no hay un hombre que no se encuentre alguna vez en la vida en aquella crítica situación del alma, que no
le presenta otros caminos que el de la infernal desesperación, o el que conduce
al templo de la misericordia infinita, a la fuente del mas intenso amor, a la
cátedra del saber y de la verdad : allí corre como a su único y seguro asilo, y
allí su espíritu y su corazón reciben la mas grata paz, el consuelo y la
certidumbre, que en vano busca entre los hombres. Esta es una necesidad mas
fuerte, mas irresistible aunque la del alimento : y ¿será voluntad de la nación
el que se le ponga en contacto con hombres de muy distintas costumbres
religiosas, civiles y domésticas, que se juzgan superiores a nosotros por todos
aspectos, que hacen gala de su impiedad, y befa de nuestra creencia y de nuestras costumbres?
3 . V. Soberanía
representa a la nación y de ella ha recibido las facultades que ejerce. Entre
ellas no está ni puede estar la de decretar la tolerancia de cultos, porque
para dársela era forzoso que el pueblo y sus representantes renegasen de su fe.
¿Cómo pues, V. Soberanía podrá dictar una
ley para la que carece de facultades, ni el pueblo mexicano obedecerla?
En tal virtud a V. Soberanía sumisamente pedimos, que con
indignación se sirva desechar él proyecto en que se le propone el
establecimiento de la tolerancia religiosa.
Etzatlán a 15 de Noviembre de 1848.— Bemardo Martínez , Alcalde
1.°—Jacinto Rivera , Alcalde 2.°—Mariano , Gómez , Regidor.—Jesús Villarreal,
Regidor.—Francisco Susarregui, Regidor,-Ignacio ; Camarena , Regidor.—Jesús
Manzano, Síndico.—José M. Murillo, Síndico.—Antonio Patino - Sub-receptor de
rentas.—Manuel Ramos Administrador de correos. _Fr . Julio Prieto, Cura y
Guardian.—Fr . Francisco González,—Manuel de la Barcena , Cura d e Mascota.—J.
Ignacio Galindo , Presbítero.—Antonio Escobedo.—Juan Anistro . —Por mí y por
mis hijos, D . Luis y D . José María , Eustaquio Martinez.-Tomas
Aldrete.-Hilario Sánchez.-Miguel Cardenal . -Francisco Cárdenas-Teodoro Fuentes.-Domingo
Flores.-José María Velazquez.-Ramón de Alonzo.-José María de Vea
Murguía.-Manuel Delgadillo.-Margarito Camarena.- Francisco Cayetano.—Jesús M .
Martínez.—Francisco L . Elizalde.—Por mí y mis hermanos, D. Juan Nepomüceno y D
. Hilario, Manuel Llanos.—Rito Torres.—Francisco Gómez Hernández. — Leonard o
Sánchez.—Crisanto Ramos.—José María Cárdenas. •—J. Antonio Aldrete.—Luis
Pacheco.—Rafael Cárdenas.—Gabriel Sánchez.—Ignacio García.—Por mí y a nombre de
mi hermano D. Petronilo, Francisco Camacho . — Nazario Velázquez.—Martin
López.—J. Antonio Fernandez- Gabriel Murguia.— J Antonio Ramos.—Jesús
Pérez.—Juan Prado.- Agustín Eguiarte . —José de Alonzo.—Onofre Ruiz.—Manuel I.
Gómez—Jesús Prado.—Claudio Hermosillo.—Julián Rivera . —Facundo Sandoval. -
Rito Morales.—Cruz Siordia . — José María Romero.—Macedonio Chino.-Mariano
Romero.-Sebastian Romero.—Gabriel Cárdenas—Rosalio Hernández.—Jesús
Ramos.—Jesús Torres.-Fernando de Meza.-José María Quifas.—Santiago
Delgadillo.—Simón Prado.—Ángel Sancha. — Pablo Andrade.—Arcángel
Aldrete.—Ignacio Aldrete.—Francisco Topete.— Miguel Romero Villanueva.—José
María Arango.—Antoni o Gómez.—José Migue l Gómez.—Gregorio Romero.—Pió Romero .
José María Romero Villanueva . Fermín Romero.—Antonio E. Romero.—Juan José de
Amaya.—Gabriel Tiznado.—José María Amezquita.—Antonio Villanueva.—Benigno
Rodríguez,—^José de Jesús Camacho. — Miguel Arango,—Luis Arango — Maximiano
Arango.—Onecíforo Camacho.—José María Romero Topeté.—Miguel Romero.—Eustaquio
Gómez.—Francisco Gómez.
Texto original:
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