Así eran antes las Fiestas
Patrias de mi Etzatlán
(Relato)
Por: Carlos E. Parra Ron
El 13 de septiembre por la
tarde se hacía la representación de la gesta heroica de los Niños Héroes, para
esto se turnaban las escuelas primarias y secundarias año con año, para
efectuar dramáticamente este pasaje tan importante de nuestra historia.
El 14 de septiembre, Día
del Charro, un gran día para los practicantes del llamado “Deporte Nacional”,
pues se organizaban de tal manera que comenzaban con un desfile, con la
participación de todos los de a caballo, las reinas, princesas y pajes,
encaminándose para asistir a una misa de acción de gracias en la Parroquia, una
buena charreada en el lienzo y por la noche el gran baile de coronación de su
graciosa majestad, la reina de todos los charros y los que no son.
15 septiembre, un día de
mucha actividad en donde el deporte se manifestaba en muchas de sus facetas,
competencias en donde lo único que se disputaban era el honor del triunfo, así
pasaba el día para más tarde iniciar la preparación del escenario en donde los
artistas tendrían que participar y ese se componía de unas tarimas de madera,
sobre tambos de lámina de 200 litros, maderas que debidamente unidas, formaban
un estrado, ahí mismo se premiaba a los equipos deportivos triunfadores.
Por fin poco antes de las
once de la noche, ya se arremolinaba la gente frente a la presidencia,
esperando a que le primer edil pronunciara el significativo grito, mismo que
diera inicio a nuestra Independencia. Primero el secretario leía el Acta,
después el presidente vitoreaba a los héroes que nos dieron patria, mientras el
señor cura tocaba afanosamente las campanadas. Inmediatamente después los
fuegos pirotécnicos hacían su aparición, el mariachi tocaba las notas del
segundo Himno Nacional, la Marcha de Zacatecas, y en una gran fiesta el pueblo
gozaba de esa paz que nos legaron aquellos grandes personajes.
El16 de septiembre, lo
sigo recordando como el gran día de las Fiestas Patrias de mi pueblo, y las
cuales hasta la fecha siguen siendo las mejores.
Todo era un verdadero
bullicio, desde muy temprano empezaban a tronar los cohetes y a sonar las
campanas, esta era una invitación que se hacía a los parroquianos, para
levantarse y disfrutar por completo esta gloriosa fecha.
Las mujeres ya estaban
listas para cocinar unos ricos chilaquiles con los sabrosones frijoles
chinitos, quesito seco bien espolvoreado, y una sabrosa salsa picante, bien
acompañados con un jarro de rico café de olla o atole gordo eso sí, casi
hirviendo para disfrutarlo sorbo a sorbo y no quemarse, un vaso de leche recién
ordeñada o una rica agua de jamaica.
Era larga la fila en la
casa para entrar al baño, unos se bañaban con agua fría y otros la ponían a
tibiar un poco. Nos bañábamos lo más rápido posible, restregándose la espalda
con el estropajo y los talones con la piedra pómez, y por ser día especial con
jabón de olor, no como otros días que lo hacíamos con jabón de lejía, este día
teníamos que estar bien arregladitos y perfumaditos.
Ya recién bañados y
peinados venía lo bueno… ¡Los estrenos! ¡Un cambio completito! Ellas a estrenar
vestido, ropa interior y hasta zapatos, y nosotros desde sombrero, hasta
huaraches o botines, muy pocos son los que estrenaban zapatos, pues este día
era casi de ley que anduviéramos a todo lo que dábamos, todos irreconocibles…
¡si así anduviéramos diario! Otro gallo nos cantara.
Las calles se engalanaban
adornadas con banderas tricolores que pendían de una casa a otra, unas cadenas
de papel de china con los colores nacionales, igual era en todo el centro,
incluyendo la Presidencia y la Plaza.
Los niños ya bañados y
peinados, lucían con orgullo sus uniformes de gala y se dirigían a la Plaza
Principal para reunirse con sus maestros y demás compañeros. Los de las
escoltas eran los que iban mejor vestidos. Siempre ha sido un gran orgullo el
pertenecer a ella, pues por lo regular elegían a los alumnos más sobresalientes
de cada escuela.
El Presidente Municipal,
un poco desvelado y desgañitado por el grito de la noche anterior, se
encontraba medio atolondrado y no es precisamente por el famoso grito, sino más
bien fue por la “guarapeta” que se puso con sus allegados y algunos regidores
que lo acompañaron, bueno para no andar con tanto rodeo, más bien amaneció
“crudelio”.
Pero luego empezaba el
desfile después de la parada cívica, el primer edil era quién iba al frente
como abanderado y luego la comitiva, flanqueado por los regidores, atrasito de
ellos los directores y demás empleados del H. Ayuntamiento, la Banda Municipal
y luego todas las escuelas y colegios, algunos de ellos traían su Banda de
Guerra, carros alegóricos y hasta la mera cola la Asociación de Charros. Ellos
le daban un colorido especial al desfile.
El recorrido por las
principales calles del centro duraba más de dos horas, la gente se empezaba a
distribuir a los lados de la calle, unos parados, otros en sillas sobre las
banquetas, otros más en las azoteas y ventanas, el chiste era no perderse del
tan lucido espectáculo. Algunos papás se echaban al cuello a sus niños para que
vieran mejor, otros pequeños lloraban y hacían berrinche para que les compraran
una banderita o unos globos tricolores.
Algunas escuelas traían
sus tablas rítmicas, así es que se detenían periódicamente para realizarlas,
mientras que los de atrás se paraban y los de adelante avanzaban, así es que
era un desbarajuste, pues había veces que hasta una cuadra de distancia era el
retraso, y la gente se enfadaba, pues aguantando el solazo les urgía que
terminara pronto, o por lo menos que no se interrumpiera para que valiera la
pena la tatemada.
Volviendo al desfile,
observábamos a las damitas que muy coquetas marchaban, aguantando el andar con
sus tremendos tacones haciendo actos malabáricos, después no faltaba quién no
aguantara los rayos del sol y cayera desmayada, pero siempre hubo quién por pura
precaución, llevaba una botellita de alcohol para reanimarla. Las maestras
grita y grita, iban tratando de guardar el orden o más bien corregir el
desorden, pues no faltaba el muchacho llevadito que le daba un coscorrón al de
adelante o el que le metía zancadilla al de un lado, sin dejar de mencionar a
los que iban platicando. De un momento a otro las filas se tornaban en unos
horribles zig zags y es cuando se les pedía que guardaran su debida distancia,
acomodándolos de nuevo en su lugar, para eso estaban los mentores, para
disciplinarlos.
Y por fin llegaban al
lugar de donde partieron ya todos cansados pero muy felices y ya por la tarde
para seguir con la fiesta, disfrutaban de los juegos tradicionales de la
sortija, el pollo enterrado, el palo y el puerco ensebado. Por la noche la
despedida con artistas en la Plaza de Armas… ¡Qué tiempos aquellos! Y lo mejor
de todo, es que la mayor parte de estas bellas tradiciones se siguen
conservando.
ACTIVIDADES DEPORTIVAS