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09 enero 2017

Descubren cuchillo antiguo en Oconahua 09/ene/17

NUEVAS PISTAS SOBRE EL POSIBLE USO DE ENORME CUCHILLO BIFACIAL DE MÁS DE MIL AÑOS DE ANTIGÜEDAD, ENCONTRADO EN EL SITIO ARQUEOLÓGICO PALACIO DE OCOMO, JALISCO
El año de 2012 se realizó en el Palacio de Ocomo (en la delegación de Oconahua, perteneciente al municipio de Etzatlán) un hallazgo particularmente interesante: un enorme e intacto cuchillo bifacial (tallado en dos caras) de obsidiana. Por la calidad de su factura es notable, además de tratarse de una de las pocas piezas de su tipo localizadas en contextos arqueológicos. 

Cabe señalar que el Palacio de Ocomo (estructura arquitectónica con un patio hundido monumental y cuatro plataformas) ha sido fechado tentativamente, gracias a los trabajos de excavación realizados en el sitio, ubicándolo dentro del Clásico temprano/medio hasta el Posclásico temprano, comprendiendo del año 450 d.C. al 900 d.C.
Conjunto arquitectónico Palacio de Ocomo y pueblo de Oconahua. Fotografía de Samuel Mateo G.(Proyecto Arqueológico Oconahua)
Debe aclararse de que ya se tenía registro de la presencia de tecnología lítica bifacial en el dicho sitio, tal es el caso de fragmentos de cuchillos bifaciales encontrados en diferentes contextos. Están manufacturados en su mayoría en color café, negro, verde-azul, meca, quizás el matiz este asociado algún significado simbólico, ya que en Mesoamérica se le dio un lugar importante a la coloración de la obsidiana y su relación con el poder, el prestigio y las divinidades; o bien, otra posibilidad es que simplemente este material (la obsidiana) haya sido considerado el adecuado y de mejor calidad para estos instrumentos. Por lo general, los cuchillos localizados en el Palacio de Ocomo están asociados a contextos arqueológicos rituales como fogones y entierros, por lo que son objetos relacionados muy probablemente con el ámbito religioso.

Uno de los vestigios de mayor relevancia que se encontró en contexto de excavación fue un cuchillo bifacial de grandes dimensiones, el cual en particular es objeto de la presente nota. Dicho cuchillo está manufacturado de forma magistral en obsidiana “bicolor”, “meca” o “café con lenticulas negras”, posiblemente la materia prima con que fue elaborado provenga del yacimiento de Navajas, en el municipio de Tala, Jalisco (6). En él se puede observar el pedúnculo (base) y las muescas utilizadas para el enmangue (unión o juntura de la pieza lítica con el bastón de madera), presenta uno de sus bordes denticulados con delineación convexa, al parecer este artefacto se puede interpretar como un objeto de prestigio o alto estatus.

Texto: Arqlogo. Sean Montgomery Smith Márquez y Arqlogo. Samuel Mateo Guadarrama
Imágenes: Arqlogo.
Samuel Mateo Guadarrama



Cuchillo bifacial encontrado en Oconahua, Jalisco. Fotografía de Samuel Mateo G

Articulo completo disponible en CALLICANTO No. 6.

07 enero 2017

"Los brujos" de Oconahua, Etzatlán 07/ene/17

La herbolaria, una forma de brujería en extinción por culpa de la medicina

Delia Ocegueda estudia biología en la U. de G. para mantener la tradición.

La gente dice que anda de bruja o acarreando mariguana, mientras ella sube y baja por el empedrado, recolectando plantitas y preguntando para qué sirven a los tecolotes (conocedores de hierbas) más antiguos. Aunque se arraigó en la capital tapatía, es tecolota de pura cepa, nombre que vecinos y lugareños acomodaron a los oriundos de Oconahua, "por brujos", contó Delia Ocegueda con sonora risa.

Radica en Guadalajara. Cree en la ciencia, "aunque mi abuela sí era bruja", confesó. A los 14 años de edad "la señora Natividad Basilio me hizo un conjuro pa' encontrar novio, pero no sirvió, luego me enamoré y me vine a la ciudad", contó entre risas. Trabaja en la sala de su casa -en la colonia tapatía 5 de mayo- donde vive con su esposo, hijos, un perro salchicha, varios gatos y muchas plantas que por su gran número son difíciles de contabilizar.

Delia estudia biología en la Universidad de Guadalajara. Su interés por las hierbas no es gratuito, lleva en la sangre la herencia de un pueblo en el que sus habitantes sobresalieron por la utilización de la magia verde y que todavía hace 40 años -la edad de Delia- transmitían su conocimiento herbolario, que involucra la concepción de lo espiritual, lo anímico y lo benefactor. Oconahua está a 90 kilómetros de Guadalajara y cuenta con tan sólo 2 mil 134 habitantes.(Escrito publicado en el año 2002)

''Los jóvenes sólo conocen la manzanilla''

Mientras conversa en su estudio hechizo con olor a incienso, Delia se mueve entre papeles y fotografías. Contabiliza las cientos de plantas tecolotas que crecen en su pueblo y terrenos aledaños. Por eso las mujeres de esos pueblos cuchichean en torno a su actividad, y la tachan de loca porque vive trepando cerros.

"Quiero rescatar el conocimiento de mis antepasados y transmitirlo a los niños, me preocupa que se pierda. Ya los jóvenes no quieren saber nada de la tradición, nomás saben de la manzanilla". La tradición obligó a Enrique II a enviar a Francisco Hernández a investigar sobre las hierbas mágicas que usaban unos "raros hechiceros".

Delia Ocegueda es fuerte, robusta, pueblerina y sonriente. Recibió la beca del Programa de Apoyo a las Culturas Municipales y Comunitarias (PACMyC) del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA) y con él adquirió equipo de oficina y fotografía para registrar las plantas. Lleva más de 100 contabilizadas: como ésta, dijo, sacando, de entre un costal de cartulinas, una que lleva prendida la hierba llamada cola de caballo: "es buenísima para las infecciones urinarias, y la salvia blanca -explicó- cura la amigdalitis".

Delia se debate entre la etnobotánica y la taxonomía, entre la herencia de sus ancestros de conjuros y plantas mágicas, y entre credos y rezos.

Delia quiere escribir un libro sobre sus hallazgos: "la herbolaria es una forma de brujería, pero la medicina moderna hizo que la tradición casi desapareciera. En Oconahua todos los remedios se hacían en casa. Si la enfermedad era muy grave nos curaban en Etzatlán".

En la historia de la medicina, los primeros debates de la curandería y la religión desembocaron en la farmacéutica moderna. "Pero hay negligencia respecto al conocimiento antiguo. Las empresas hacen en grande el trabajo que yo hago para los míos, pero ellos para su beneficio. Quiero enseñar a la gente de Oconahua que tiene los recursos en sus manos, sólo tiene que conocerlos y cuidarlos".

Lleva más de 30 entrevistas con viejos tecolotes -algunos ya fallecieron- como don Macedonio, quien le enseñó con qué curar el piquete de arlomo, un raro animal que Delia preserva en formol, que pica, quema y produce llagas y "también debe ser brujo porque 'nomás' vive en Oconahua, en el vivero de doña Teresita, donde también crecen aceitillas, alfalvilla, arrayanes, rosas, orégano, epazote, estafiate, cola de sapo, gordolobo, guaje, granado, guayabas, guasimas, hierbas 'a las muelas' y fresno, que bien usado por María Naranjo -bruja buena y blanca por antonomasia- quita dolencias, fiebres y depresiones''.

Delia incluirá sus investigaciones en una base de datos donde detallará las características de las plantas estudiadas -hasta hoy cuenta 90- que serán herborizadas, secadas, identificadas y clasificadas, para realizar una guía y un miniherbario. Pero mientras esto sucede, la señora tecolota invierte sus conocimientos en los niños de primaria, "que son más ingenuos y participativos que los grandecitos; rápidamente aprenden qué cura la hierbabuena".

Sobre la presencia de animales en su casa, comentó, "dicen que cuando te gustan las palabras y los animales es porque amas y añoras tu origen, y en mi caso, así es", concluyó.

Fuente: La Jornada 22 de junio del 2002
Su libro fue publicado en el año 2009 y lo puede descargar de forma digital

01 enero 2017

Significado del escudo de armas de Etzatlán 01/ene/17

Escudo de armas:
Es un blasón de forma francesa y cuartelado en cruz.

•El paisaje del primer cuartel representa a la riqueza natural del municipio de Etzatlán, destacando la fauna y la vegetación propias de la región.

•La pirámide precortesiana alude al hecho de que, en el archivo de la Biblioteca del Vaticano, existen los planos de la antigua ciudad de Etzatlán; estos planos fueron hechos por los R.R.P.P. de la compañía de Jesús a fines del siglo XVII y llevados a Roma. En dichos gráficos consta que la Parroquia, el Santuario y la Plaza Principal están construidos sobre la base de una pirámide.

•Las figuras del religioso y el aborigen simbolizan la cultura y conquista espiritual de Etzatlán, por Fray Andrés de Córdova. 

•La imagen del militar corresponde a la del capitán Francisco Cortés de San Buenaventura, quien descubrió Etzatlán en su recorrido cuando se dirigía a Tepic, en el año de 1524; y simboliza la colonización española, al igual que los colores rojo y amarillo oro que caracterizan al escudo de armas de España.

•La figura del escudo representativo del estado de Jalisco, el yelmo y los lambrequines aluden al hecho de que esta municipalidad es parte de dicha entidad.

•Las inscripciones que aparecen en la bordura del escudo y en la cinta que está por encima de éste, representan al patrimonio histórico de los oriundos de este municipio, en el que se conjugan elementos de las culturas prehispánica y española.

•En la cinta colocada en la parte superior del escudo se aprecia la leyenda “Etzatlán Villa y Real”.

•El cuerpo del emblema es rodeado por la leyenda “Dulce et decorum, est pro patria mori – Oaxicar” que significa “Dulce y decoroso es morir por la patria: Oaxicar”. Estas palabras se atribuyen a Oaxicar o Coaxicori, cacique de Xochitepec, quien encabezó la insurrección indígena contra el dominio de los españoles que estalló a mediados del año de 1538.

PARA SABER
La autoría del escudo corresponde al señor Francisco Javier Pérez Flores; el diseño se realizó por el señor Arnulfo Molina Bernal y fue pintado por el señor Anselmo Pérez Flores. 

EL DATO
La adopción oficial del emblema data de agosto de 1991.
    
Fuente: Centro Estatal de Estudios Municipales de Jalisco. 

05 enero 2016

Invierten recursos internacionales para proyecto arqueológico en la Región Valles ENE/16

TEQUILA ANTES DEL AGAVE

La región Valles de Jalisco está repleta de vestigios arqueológicos de los pueblos que habitaron los territorios aledaños al Volcán de Tequila al menos desde el año mil antes de Cristo hasta la llegada de los españoles, de lo cual poco se conoce. En 2007, la arqueóloga Verenice Heredia Espinoza comenzó a recorrer el Paisaje Agavero y se fue extendiendo hasta ampliar el polígono a 900 kilómetros cuadrados, donde detectó unos mil sitios arqueológicos de distintas temporalidades.

La profesora investigadora del Colegio de Michoacán explica que en el sur del volcán de Tequila ya había importantes registros del arqueólogo Phil Weigand, quien con su esposa Acelia García descubrió lo que hoy se conoce como Zona Arqueológica Guachimontones. Es así que Verenice enfocó su investigación más bien hacia el norte del volcán de Tequila, en el territorio que comprende el Paisaje Agavero, y mapeó todos los vestigios que encontró.


“Lo que tenemos es un mapa con manchas de ocupación y registramos en cuántas hectáreas se extiende cada uno. Podemos ver el cambio de los sitios en el Posclásico, en el Epiclásico, en el Formativo. Tenemos toda la historia de ocupación, no solo de la época de los Guachimontones, lo que nos permite compararnos con otras zonas de Mesoamérica”.

En la primera etapa, Heredia Espinoza realizó transectos (trayecto a lo largo del cual se realizan las observaciones o se toman las muestras para un proyecto científico de investigación) durante 19 meses de trabajo de campo, entre 2007 y 2011, en 464 kilómetros cuadrados, donde encontró 127 lugares de la tradición Teuchitlán. De éstos, 37 eran guachimontones y el resto eran sitios donde había “casas perecederas, con lítica, cerámica, piedras aisladas, que se ven como un montón de cosas en un lugar, pero todo eso también es un sitio aunque no haya arquitectura”.

Este trabajo permitió ampliar los mapas que ya habían hecho otros arqueólogos como Phil Weigand y descubrió que después de la tradición Teuchitlán, siguió habiendo poblaciones, pero fue un periodo olvidado porque la arquitectura no era tan vistosa.

Paralelamente, Verenice Heredia buscó recursos internacionales para ampliar el proyecto hacia los poblados de Magdalena, San Juanito Escobedo, Etzatlán, Oconahua, San Marcos, para lo cual se asoció con el doctor Cristopher S. Beekman de la University of Colorado, Denver. Ambos arrancaron el Proyecto Arqueológico en la Cuenca de la ex Laguna de Magdalena, Jalisco.

“Nos interesaba la etapa tempranísima antes de los guachimontones, porque se hablaba de que había tumbas, aldeas anteriores a la tradición Teuchitlán. Lo primero que tenemos que ver es si había arquitectura, porque Phil hablaba de la destrucción y queríamos reconstruir la laguna a través del tiempo y ver cómo la gente se movió dependiendo de los niveles de la laguna”.

En el Epiclásico (entre el 650 y el 1000 d.C.), después de la caída de los guachimontones, la laguna se hizo más pequeña, hubo cambios regionales “interesantísimos, no solo aquí, sino que encontramos cerámica parecida en Guanajuato, en el norte, en muchos lados, como que es época de gente que entra y sale, llevando sus ideas a otros lados”.

Entre todos los sitios detectados, algunos son de arquitectura circular, otros son simples casitas o conjuntos de materiales como metate, cerámica, herramientas, piedras, “y todo es importante”.

–¿Qué encuentras en el norte en contraste con el sur del volcán, que ya había estudiado Phil?

–Apenas estamos analizando la cerámica, falta fechar para poder hablar de periodos. Pero lo que ya sabemos es que en la zona lacustre hay menos guachimontones que en la parte árida (del Paisaje Agavero, en Amatitán, Tequila, El Arenal). En el polígono de la ex laguna encontramos no más de 20 sitios con arquitectura circular.

Otra cosa interesante es que donde Phil estimó que había chinampas, no hay gente. Es una pregunta que queremos contestar: ¿quiénes estaban asociados a estos grandes sistemas agrícolas de humedales?, porque por ahí no había grandes asentamientos.

Con la caída de los guachimontones, la arquitectura monumental se construyó en el sur, se habla de que podría ser que por ahí había una ruta comercial. En el norte del volcán hay más sitios, pero con arquitectura modesta, es difícil encontrar edificios cívico ceremoniales, administrativos, casi todo es residencial.

También hay sitios enormes en campos de cultivo de agave (entre Amatitán y Tequila) donde ya plancharon toda la arquitectura, solo queda un montón de cerámica, lítica, fragmentos de herramientas, piedras que fueron utilizadas para casas. Si había algo, no lo sabemos; es más complejo reconstruir el pasado.

Después de guachimontones


Del periodo Posclásico (900 al 1500 d.C), Verenice y Cristopher encontraron cientos de terrazas y estructuras en un cerro de lo que hoy es el municipio de Magdalena, de los años 1200 al 1500 d.C. No hay registro de cerámica de etapas anteriores.

Heredia Espinoza comenta que es como una ciudad que acaparaba todo, en contraste con el resto del valle de Tequila, donde había muchos sitios pero pequeños. “La arquitectura es sencilla, de lo que Phil Weigand llama corrales, que son estructuras en C con doble muro. También hay pequeños montículos con plazas, pero nada como un guachimontón. La arquitectura se hizo modesta y no significa que sean pueblos que ‘retrocedan’, sino que cambian sus formas de ver el mundo, de organizarse, y eso es lo más importante: nos hace preguntarnos por qué ya no querían monumentos, por qué preferían placitas y montículos aparentemente rituales, por qué es difícil detectar a la élite. Parece que no había muchas jerarquías, que tenían estructuras organizativas más horizontales y no tan verticales”.

Los sitios del Posclásico se localizaron principalmente en cerros, en lugares con paisajes privilegiados. Esto puede deberse a una estrategia defensiva ante los ataques de los chichimecas y del imperio tarasco, que comenzaba a acercarse hacia el valle de Tequila.

“Sí vivían en alerta permanente, era una zona multiétnica, con gente de muchos lugares, se hablaban muchas lenguas. Pareciera que ahí no había una cabecera como lo fue Guachimontones, en el sur, así que quizá entre ellos tenían alianza para hacer frente a los enemigos. Con la llegada de los españoles, la gente huyó o los bajaron de las zonas altas y los congregaron en los pueblos”.

–¿Qué se puede interpretar de esta región?

–Lo que vemos aquí es que no hay nada arcaico, no tenemos nada de la era del hielo. Los nómadas podrían dejar puntas de proyectil, pero por la forma que recorrimos todo, sería difícil encontrarlas, porque tendríamos casi gatear para encontrar algo. La evidencia más temprana de los primeros pobladores sedentarios la encontramos en la ex laguna de magdalena, desde Magdalena hasta Etzatlán. Son sitios del 1000 al 300 antes de Cristo. Después del 300 antes de Cristo, comienzan los guachimontones y hay un incremento poblacional. Nos falta afinar la cronología de esa época porque la tradición Teuchitlán llega hasta el 450 después de Cristo. Son 700 años y no sabemos si un guachimontón se construyó en el año cero o en el 450, para eso tendríamos que excavar cada lugar. En la tradición Teuchitlán había más arquitectura vistosa y después de su caída, transformación o lo que haya sucedido, hubo un cambio radical.

La arquitectura cambia de circular a rectangular, de cerámica como de cascarón de huevo que llamaba Phil, a una más burda, con diseños distintos. Es un momento de transformación, pero en una época en que hubo cambios en toda Mesoamérica y esta zona no estaba aislada del mundo. Quizá del 900 al 1500 después de Cristo hay más continuidad, no hay cambios tan drásticos.

–Todavía arrastramos la idea de que en el Occidente no hubo nada antes de los españoles

–Cuando dicen que acá no hay nada es porque no tenemos un Teotihuacan espectacular. Pero es una idea racista de no querernos contactar con el pasado, de decir: “qué bonitos los indios, pero yo no soy”. Lo que estamos viendo en esta región (los valles de Tequila) es lo que sucedió antes de que llegaran los españoles y todos nosotros somos el resultado de esta gente (…) Estos pueblos pueden enseñarnos mucho, a organizarnos de forma no jerárquica, más colectiva; eso podemos aprenderlo del pasado. La arqueología no son piedras y huesos, es lo que esto nos dice de nosotros, entonces creo que es importante cuidar, lo que ya está planchado pues ya ni qué hacer, pero sí quizá conservar lo que todavía hay porque todavía hay muchas preguntas que podemos responder.

PERFIL:

Dra. Verenice Heredia Espinoza

Profesora investigador titular del Colegio de Michoacán. Estudió el doctorado Antropología en Purdue University (2005). Es directora de dos proyectos en los Valles de Tequila, el primero sobre el Paisaje Agavero y el otro lo realizó en co dirección con el Cristopher S. Beekman de la University of Colorado, Denver (Proyeto Arqueológico en la Cuenca de la ex Laguna de Magdalena, Jalisco). Además es directora del Proyecto Arqueológico Teuchitlán. Sus investigaciones se enfocan en la organización política y económica de los valles de Tequila a través del tiempo integrando diversas fuentes de información arqueológicas (excavación, recorrido, análisis de materiales) etnohistóricas y etnográficas.

http://www.maspormas.com/2015/12/15/tequila-antes-del-agave/

18 diciembre 2015

Agenda 18/DIC/15

GRAN DESFILE NAVIDEÑO
El H. Ayuntamiento Etzatlán junto a Casa de la Cultura hacen una cordial invitación a todas las personas a presenciar del GRAN DESFILE NAVIDEÑO.

Será este próximo viernes 18 de Diciembre en punto de las 6:30 pm, partiendo de la Casa de la Cultura y seguido por las principales calles de Etzatlán.
Y al finalizar te esperamos en la plaza principal para presenciar una obra de teatro presentada por Grupo de Teatro Bambalinas “AL DIABLO CON LOS DIABLOS”.
TE ESPERAMOS
ETZATLÁN A TRAVÉS DEL TIEMPO
¿Reconoces este lugar? 

Muchas fotografías como estas serán expuestas en el Centro Cultural La Estación. No te lo puedes perder y conocer un poco de “Etzatlán, a través del tiempo”. La apertura será el día 21 de diciembre a partir de las 06:00 de la tarde.

Sigue en la recolección de fotografías. Si cuentas con fotos del Etzatlán antiguo y su gente te invitamos a participar en nuestra próxima exposición. Para mayor información acudir a la Casa de Cultura o al teléfono 753 3052.

RODADA


El ciclismo destaca como deporte, es además un ejercicio donde se miden la voluntad, el sacrificio, la participación y el esfuerzo.
El grupo ciclista GIGANTES BIKE en coordinación con H. Ayuntamiento de Etzatlán organizan una RODADA NAVIDEÑA totalmente familiar por las calles de nuestro Municipio, con el firme propósito de fomentar el deporte y la convivencia sana y familiar.
Te esperamos este próximo martes 22 de Diciembre en punto de las 6: 45 pm en la plaza principal de Etzatlán.

NO FALTES

24 noviembre 2014

Crónica de una visita a Etzatlán 24/NOV/14


Hacienda Grande de Santa Clara

Al Norte del Cerro la Embocada nace el cautivante Arroyo el Amparo. De la Hacienda Grande seguimos el precioso camino de tierra que lleva a Las Jiménez, fue un continuo ascender y serpentear laderas verdes, al ganar altura, el paraje fue embellecido por robles y algunos pinos. Nos detuvimos en un mirador y apreciamos la cuadricula de Etzatlán, el campanario, manchones de árboles, los eucaliptos de la estación y los cipreses del panteón. A la siniestra la Laguna el Palo Verde y a la diestra el Cerro la Gavilana, y en lontananza, un fértil valle, donde oleaba la mágica laguna de Etzatlán, con 16 leguas de largo, en su orilla, San Pedro, con su Cerro el Suspiro y al fondo el Cerro la Piedra Rosilla, un paisaje bonito pero nostálgico a la vez, pues ya perdimos los nítidos cielos, que día a día los llenamos más de humo, en aras de un superfluo materialismo. El asta del mirador añora la bandera nacional, que antaño hondeaba.

Del mirador, seguimos el sendero minero. En la cima nos fuimos adentrando a un maravilloso bosque de robles, salpicado por muérdagos, naranjas y rojos. Al bajar, un murmullo de agua embelleció el sitio, era el arroyo La Embocada, que serpenteaba entre diversos follajes, sobresaliendo unos fresnos. Enseguida vimos el bizarro arroyo La Cañada, que giraba al acariciar un sauce.

Luego de una loma, se dejó ver el espectacular arroyo El Amparo, comprendido por una preciosa garganta, tapizada de plantas, el lecho con buen caudal ocre, que mostraba su fuerza al rosar unas piedras, unas matas vencidas en la orilla nos indicaron la buena creciente que corrió. Una alta palmera nos delató el casco de la hacienda minera La Embocada, una troja de adobe con cuatro puertas entre gruesos contrafuertes, otra troja sólo conserva algunas tapias, la casa grande con un arco de medio punto en su zaguán, con tres ventanas verticales por costado, que se asoman al arroyo.

La brecha fue bordeando el arroyo y mostrándonos sus encantos, luego de haberlo cruzado observamos “La Gerencia”, una amplia gradería nos condujo a la admirable finca, de dos niveles, con portal, que soportó una terraza con vista al arroyo, la fachada con cortes a 45º a los lados, provocando un atractivo movimiento, puertas y ventanas abrían a la hechizante garganta. “The Amparo Mining Co.” Laboró la hacienda, que comprendía 5,035 hectáreas. María de la Luz Correa Gómez refirió: “Se laboró en tres turnos diarios, cada uno con 250 a 300 personas y con un promedio de producción de 400 toneladas de mineral en piedra por día”. En la revolución se le otorgó permiso para adquirir dos ametralladoras para defenderse. Se evoca a los gerentes: G. T. Graham y James Howard, quienes se comunicaban a Etzatlán por vía telefónica. Para 1926 se manifestaron los mineros que simpatizaron con el movimiento obrero rojo, contra la CROM, que había constituido un sindicato blanco, se sumó la caída económica de 1929 y la Compañía cerró posteriormente. Para 1939, Las Jiménez formó parte de una Cooperativa, que paró en 1944.  

Nos sentamos a la vera del arroyo, al pie de unos sauces, a contemplar el bello torrente, contrastado por la vegetación y animado por jilgueros. Después subimos a la capilla del Señor del Amparo, de ladrillo aparente, la fachada principal con tres puertas arqueadas en medio punto, con una ventana coral cada una, horizontal, por remate, un frontón triangular un con pequeño vano circular al centro. Del lado izquierdo se adosó una espadaña de dos cuerpos, con un vano arqueado cada uno, el primero con campana, en la cresta yace una cruz. Las puertas laterales arqueadas y enmarcadas por medias columnas y contrafuertes, enseguida ventanas verticales figurando una cruz. El ábside con un vano circular y frontón triangular. Unos contrafuertes esquineros lucen remates que simulan tiros de chimenea. En el altar posa el Señor, que se festeja en mayo, a un costado cuelgan homenajes, uno de Enrique WrereKeizen.


Arroyo el Chacuaco
En el cerro Piedras de Lumbre, en su costado Sur, unos hilos de agua se van uniendo al bajar un pliegue, para formar el fabuloso Arroyo el Chacuaco.


El cerro se eleva a unos 2,000 metros, el arroyo surge cerca de Los Timbres, como a los 1,800 metros, y se contonea acorde a su cañada, al bajar a los 1,400 llega al plan de la hacienda San Sebastián. Al acercarse al casco, lo engruesa el arroyo Corta Pico, para luego seguir serpenteando el plan, cubierto por caña, y después de varios potreros desemboca en la represa de Coatepec. De la estancia de gambusinos, llamada El Amparo, regresamos para Etzatlán, al bajar la sierra nos detuvimos a mirar el arroyo Santa Clara, arroyo que cautivó a los naturales a coexistir. Phil C. Weigand clasificó una impresión de arcilla del “sector de Santa Clara del antiguo sitio de Etzatlán, que tiene posible información toponímica”.

También identifico aledaña al arroyo una “estructura circular y tumba de tiro”, una plataforma habitación y unos pozos de cocina. Roberto González Romero refirió: “Cuando los españoles penetraron por la región en el año de 1525, se encontraron el pueblo habitado por varias tribus indígenas que se habían asentado en el lugar desde la peregrinación de las tribus de Aztlán, que procedían del Norte de América. Las tribus establecidas en Etzatlán, eran desprendimientos de los toltecas y los aztecas y se quedaron aquí atraídos por la fertilidad y riqueza de sus tierras, por la abundancia de cobre y los beneficios y ventajas que les proporcionaba la Gran Laguna de la Magdalena, desecada en el año de 1932 y que a fines del XIX llegaba a un kilómetro del pueblo”.

De Etzatlán nos encaminamos rumbo a San Sebastián, en 1825, Victoriano Roa citó: “Quinto Cantón, Etzatlán. En el distrito de la capital están ubicadas las haciendas siguientes: Santa María, San José, Guadalupe, Aguacero, San Felipe, Zapatero, San Sebastián, San Pedro, Santa Cruz y Ayones, con 9 ranchos”. Pasamos Las Fuentes y después Agua Zarca, enseguida de Los Fresnos, llegamos a una bifurcación, a la izquierda conducía a San Sebastián y derecho a Santa Rosalía, nos seguimos derecho para admirar el arroyo El Chacuaco, que zigzagueaba con garbo entre paredones de más de un metro de altura, bordeados por cañaverales, unos sauces embellecían el cauce. Volvimos al crucero para seguir el camino a San Sebastián y a un corto tramo encontramos el bonito arroyo, girando entre sauces y un alto paredón, de unos tres metros de altura.

Caminamos por una vera, arroyo arriba, hasta llegar a un sauce, donde percibimos su frescura, su color ocre contrastaba con los diversos follajes y tonos verdes.

Posteriormente visitamos la maravillosa hacienda, la casa chica, con un portal delimitado por cinco arcos en medio punto, soportados por capiteles dóricos y columnas redondas, el arco central obedece a su alta puerta. Por remate, un frontón triangular, a los costados, dos ventanas verticales con forja, y una cruz en su remate. La casa grande, con tres portales, que forman con gracia dos escuadras. El portal principal lo comprenden diez arcos dóricos en medio punto, sobre columnas redondas, el sexto arco corresponde con la puerta del zaguán, tres grandes ventanas verticales miran al portal.

En el costado derecho observamos la preciosa capilla, con puerta arqueada y rematada por un frontón triangular, con una ventana por lado, vertical y arqueada, sobre la cornisa,  una balaustrada con almenas, del lado derecho se levantó una bizarra espadaña, de dos cuerpos, el primero con tres vanos arqueados y uno en el segundo, con un vano circular por costado y uno arriba, abrazado por una cornisa semicircular con almenas y en la cresta, una basa con cruz. Al salir de la finca, nos cautivó la presa aledaña, delimitada por palmeras, mangos, aguacates, fresnos y sauces, los follajes se reflejaban en el quieto espejo. En el porfiriato, la hacienda era de Manuel Fernández del Valle y comprendía 25 mil 307 hectáreas.


Arroyo el Amparo

Al Norte del Cerro la Embocada nace el cautivante Arroyo el Amparo. De la Hacienda Grande seguimos el precioso camino de tierra que lleva a Las Jiménez, fue un continuo ascender y serpentear laderas verdes, al ganar altura, el paraje fue embellecido por robles y algunos pinos.


Nos detuvimos en un mirador y apreciamos la cuadricula de Etzatlán, el campanario, manchones de árboles, los eucaliptos de la estación y los cipreses del panteón. A la siniestra la Laguna el Palo Verde y a la diestra el Cerro la Gavilana, y en lontananza, un fértil valle, donde oleaba la mágica laguna de Etzatlán, con 16 leguas de largo, en su orilla, San Pedro, con su Cerro el Suspiro y al fondo el Cerro la Piedra Rosilla, un paisaje bonito pero nostálgico a la vez, pues ya perdimos los nítidos cielos, que día a día los llenamos más de humo, en aras de un superfluo materialismo. El asta del mirador añora la bandera nacional, que antaño hondeaba.

Del mirador, seguimos el sendero minero. En la cima nos fuimos adentrando a un maravilloso bosque de robles, salpicado por muérdagos, naranjas y rojos. Al bajar, un murmullo de agua embelleció el sitio, era el arroyo La Embocada, que serpenteaba entre diversos follajes, sobresaliendo unos fresnos.

Enseguida vimos el bizarro arroyo La Cañada, que giraba al acariciar un sauce. Luego de una loma, se dejo ver el espectacular arroyo El Amparo, comprendido por una preciosa garganta, tapizada de plantas, el lecho con buen caudal ocre, que mostraba su fuerza al rosar unas piedras, unas matas vencidas en la orilla nos indicaron la buena creciente que corrió.

Una alta palmera nos delató el casco de la hacienda minera La Embocada, una troja de adobe con cuatro puertas entre gruesos contrafuertes, otra troja sólo conserva algunas tapias, la casa grande con un arco de medio punto en su zaguán, con tres ventanas verticales por costado, que se asoman al arroyo.

La brecha fue bordeando el arroyo y mostrándonos sus encantos, luego de haberlo cruzado observamos “La Gerencia”, una amplia gradería nos condujo a la admirable finca, de dos niveles, con portal, que soportó una terraza con vista al arroyo, la fachada con cortes a 45º a los lados, provocando un atractivo movimiento, puertas y ventanas abrían a la hechizante garganta. “The Amparo Mining Co.”

Laboró la hacienda, que comprendía 5,035 hectáreas. María de la Luz Correa Gómez refirió: “Se laboró en tres turnos diarios, cada uno con 250 a 300 personas y con un promedio de producción de 400 toneladas de mineral en piedra por día”. En la revolución se le otorgó permiso para adquirir dos ametralladoras para defenderse. Se evoca a los gerentes: G. T. Graham y James Howard, quienes se comunicaban a Etzatlán por vía telefónica. Para 1926 se manifestaron los mineros que simpatizaron con el movimiento obrero rojo, contra la CROM, que había constituido un sindicato blanco, se sumó la caída económica de 1929 y la Compañía cerró posteriormente. Para 1939, Las Jiménez formó parte de una Cooperativa, que paró en 1944.  

Nos sentamos a la vera del arroyo, al pie de unos sauces, a contemplar el bello torrente, contrastado por la vegetación y animado por jilgueros.

Después subimos a la capilla del Señor del Amparo, de ladrillo aparente, la fachada principal con tres puertas arqueadas en medio punto, con una ventana coral cada una, horizontal, por remate, un frontón triangular un con pequeño vano circular al centro. Del lado izquierdo se adosó una espadaña de dos cuerpos, con un vano arqueado cada uno, el primero con campana, en la cresta yace una cruz.

Las puertas laterales arqueadas y enmarcadas por medias columnas y contrafuertes, enseguida ventanas verticales figurando una cruz. El ábside con un vano circular y frontón triangular. Unos contrafuertes esquineros lucen remates que simulan tiros de chimenea.

En el altar posa el Señor, que se festeja en mayo, a un costado cuelgan homenajes, uno de Enrique WrereKeizen.

Hacienda Grande de Santa Clara 

Al Sur de Etzatlán, allá por donde canturrea el arroyo Santa Clara, se encuentra la atractiva Hacienda Grande de Santa Clara. En el precioso Cerro la Calabaza, que se eleva a más de dos mil metros, nace el arroyo referido, en su ladera Norte, arroyo que brinda vida y animación a la garganta que lo comprende, en su parte baja se levantó la Hacienda, para beneficiar los minerales del Amparo. El documento “Intendencia de Guadalajara 1789-1793”, dice respecto a los habitantes de Etzatlán: “ocupados en el beneficio de metales que sacan en las inmediaciones de este lugar”. En 1893, Bernardo M. Martínez puso en tinta: “En todo el Cantón (Ahualulco) se encuentran dos agencias de minerías: la de Etzatlán y la de Hostotipaquillo. Hay minas de oro, plata, fierro y plomo. Como se comprende, este ramo proporciona la manera de vivir a muchos habitantes, y aún hay pueblos que es el único medio que tiene para subsistir, como el de Etzatlán y el de Hostotipaquillo”. Y María de la Luz Correa Gómez citó: “En 1902 negocio la Mining Company —compañía norteamericana con residencia en Filadelfia—, junto con la Sociedad La Armonía, los derechos de explotación por la cantidad de 300 millones de pesos. La introducción del ferrocarril marcó el inicio de una etapa”.   

De la olvidada estación, nos dirigimos a la Hacienda Grande, apreciamos añejas moradas, una amarilla, abandonada y carente de techumbre, con dos ventanas verticales y de cuatro hojas, que dotaban una fabulosa variedad de luz y aire. La casa vecina, verde, con puerta de dos hojas, a los costados, una ventana, vertical y con forja. Más adelante vimos una ventana de dos hojas con un postigo cada una, en su parte inferior. Y por último nos cautivó una ventana vertical, cubierta por dos hojas de madera color azul pastel, que contrastaba con su marco y muro blanco. Enseguida de las fincas, atravesamos el bonito arroyo Santa Clara y a corta distancia nos encontramos con una de las puertas de la Hacienda, arqueada en medio punto, rematada con un vano circular y cubierta por un tejado a dos aguas. A unos pasos un bizarro chacuaco nos delató la preciosa estancia, de base octagonal, conformada por ladrillo y embellecida por una buganvilla roja, arriba de su sobria cornisa se levantó la chimenea, de planta circular y de gran altura, de unos doce metros, rematada por un saliente cornisamento. A un costado, miramos varios cuartos, cinco puertas y una ventana abren a su interior, cubiertos por tejas, con pendiente a un agua. Del lado derecho el portón, de dos hojas y atrás, se dejaba ver un cordón de frondas, que revelaba al arroyo, un puente en arco de medio punto lo atraviesa. Al oriente del chacuaco, unos tanques y luego, una alta y solida construcción de gruesos muros, donde bufaba una caldera. El espacio, de planta rectangular y de tres niveles, en su fachada Suroeste, apreciamos una puerta en el primer nivel, otra más grande y arqueada en el segundo, unos orificios de vigas de madera, indican que sostuvieron un tejaban saliente. El tercer nivel, con ladrillos aparentes y a canto, haciendo sus muros anchos, un muro lateral da indicios de una cubierta en bóveda de cañón. Cargas de menas llegaban a la Hacienda, caían a la almádena, se lavaban y tamizaban, para luego extraer los minerales deseados.      

Arroyo arriba, vimos un corral para ganado vacuno, de piedra y un tanto curveado, con una pila para el agua y una bodega de adobe aledaña. Cuesta arriba, potreros, con comederos y buenas sombras de diversos árboles, destacando gruesas higueras. Vimos unos muros con canales, a las veras del arroyo, que sirvieron a una compuerta, provocadora de una buena represa para el estiaje. Nos sentamos un rato al pie de una higuera, a contemplar el hermoso arroyo que alegraba la cañada, salpicada por variados tonos verdes, fraccionados por el torrente ocre de aguas serranas.


Estación Etzatlán

Al Norte de Etzatlán, se localiza la legendaria estación  que lleva su nombre. Francisco Javier Uribe Topete puso en tinta: En 1887 se formuló por la Sociedad de Ingenieros para establecer un Ferrocarril de Guadalajara a Chamela. Se proponía la siguiente ruta: Guadalajara, Zapopan, Tala, Ameca, San Martín, Tecolotlán, Tenamaxtlán, Unión de Tula, Autlán, Purificación y Chamela. También se interesaron por el ferrocarril Guadalajara-Ameca, proyectos que fueron apoyados por la sociedad “Las Clases Productoras”… En el mes de diciembre de 1896 se inauguró la extensión del ferrocarril Central a la ciudad de Ameca… se contó con la asistencia del Sr. Presidente de la República, Gral. Dn. Porfirio Díaz… El Gobierno se hizo cargo del paseo al Salto de Juanacatlán, el Ayuntamiento de la comida, mientras que la Cámara de Comercio proporcionaría el baile el 7 de diciembre de 1896… El General Díaz pronunció un pequeño discurso diciendo: “Agradezco a la Cámara… Señores: Brindemos por la Cámara de Comercio, por la prosperidad del Estado y por las nobles y bellas Jaliscienses”… la empresa del ferrocarril Central volvió a construir sus líneas a partir del año de 1895… la primera de ellas fue precisamente la de Guadalajara-Ameca, concesionada por decreto el 17 de diciembre de 1895, al igual que un ramal a Tequila… Los trabajos se iniciaron a mediados del año de 1896 y se terminó el ramal de 89 kilómetros en enero del siguiente año. Una vez funcionando el ferrocarril a Ameca, tenía una hora oficial de salida a las 12.45 P.M., tocando las siguientes estaciones: Jocotán, La Venta, Orendáin, El Refugio, Cuisillos, La Vega, Matute, Romero, La Esperanza y Ameca, a donde llega a las 3.20 P.M.

Posteriormente el Ferrocarril Central Mexicano cristalizó el Ramal de San Marcos, que apareció publicado en el Directorio del Estado de Jalisco de 1904-1905: Saliendo a las 3. 00 P.M. de La Vega, parando en las estaciones: Carmen, Ahualulco, Estancita, Etzatlán (5.05), Bárcena y llegando a San Marcos a las 5.35, donde pernoctaba y se abastecía de agua y leña, para silbar su salida a las 5.15 A.M. El próximo año, el 20 de julio, se le aprobó al señor Carlos Romero para que explotara un tren (por 80 años), que corriera entre Etzatlán y Hostotipaquillo. La empresa se nombró, “Ferrocarril Minero de Mololoa”.

Una fresca mañana, Nicolás, Marisol y yo nos encaminamos para Etzatlán, en la esquina de su gasolinera viramos a la izquierda y seguimos por una avenida que nos llevó a la porfiriana estación del tren. Nos bajamos emocionados a apreciar la centenaria finca, de planta rectangular, en el lado Oeste, la sala de espera, abierta por tres costados, el cuarto liga con lo que era la oficina, donde estaba el dinámico Telegrafista y el observador Jefe de Estación, con su reloj de bolso, ferrocarrilero (Elgin), en su chaleco o pantalón y su gorra de Jefe. El costado Norte y Sur están delimitados por basas de piedra, que sostienen pilares de madera y estructuras, que reciben el techo de lámina, a dos aguas. Sala que tenía bancas de madera para los pasajeros. Subimos por una rampa al andén, que conduce a unas altas puertas arqueadas que abren a las bodegas, donde rodaban los diablos y las carretas de barra a la báscula. Las puertas y las ménsulas del alero, enseñan ladrillo aparente, contrastando con los enjarres. Nos adentramos a una espaciosa bodega y fuimos atraídos por el precioso bosque de eucaliptos que enmarcaba la puerta contraria. El lado Este con unas ventanas verticales y una puerta entre ellas, sobre el cornisamento, un letrero: “ETZATLÁN”, arriba, una ventana circular. La fachada Norte con la saliente ventana del Jefe de Estación, que mira el camino de hierro en sus tres lados, donde antaño se dejaba ver una hermosa locomotora con su penacho de humo, silbando alegría y progreso. Entre los rieles, se rellenó con adoquines rojos para servir de agradable andador.


30 octubre 2014

Recuerdos de la minería en Etzatlán 30/OCT/14


Bony Romero Velador
22 de octubre  · 
Ya se comenzó a trabajar la reemodelación de la Estación del Ferrocarril para en ella misma llevar a cabo el Museo de Minería, si saben de alguien que quiera donar piezas mineras son recibidas con gusto!



Hacienda Grande de Santa Clara
Al Sur de Etzatlán, allá por donde canturrea el arroyo Santa Clara, se encuentra la atractiva Hacienda Grande de Santa Clara. En el precioso Cerro la Calabaza, que se eleva a más de dos mil metros, nace el arroyo referido, en su ladera Norte, arroyo que brinda vida y animación a la garganta que lo comprende, en su parte baja se levantó la Hacienda, para beneficiar los minerales del Amparo. El documento “Intendencia de Guadalajara 1789-1793”, dice respecto a los habitantes de Etzatlán: “ocupados en el beneficio de metales que sacan en las inmediaciones de este lugar”. En 1893, Bernardo M. Martínez puso en tinta: “En todo el Cantón (Ahualulco) se encuentran dos agencias de minerías: la de Etzatlán y la de Hostotipaquillo. Hay minas de oro, plata, fierro y plomo. Como se comprende, este ramo proporciona la manera de vivir a muchos habitantes, y aún hay pueblos que es el único medio que tiene para subsistir, como el de Etzatlán y el de Hostotipaquillo”. Y María de la Luz Correa Gómez citó: “En 1902 negocio la Mining Company —compañía norteamericana con residencia en Filadelfia—, junto con la Sociedad La Armonía, los derechos de explotación por la cantidad de 300 millones de pesos. La introducción del ferrocarril marcó el inicio de una etapa”.   

De la olvidada estación, nos dirigimos a la Hacienda Grande, apreciamos añejas moradas, una amarilla, abandonada y carente de techumbre, con dos ventanas verticales y de cuatro hojas, que dotaban una fabulosa variedad de luz y aire. La casa vecina, verde, con puerta de dos hojas, a los costados, una ventana, vertical y con forja. Más adelante vimos una ventana de dos hojas con un postigo cada una, en su parte inferior. Y por último nos cautivó una ventana vertical, cubierta por dos hojas de madera color azul pastel, que contrastaba con su marco y muro blanco. Enseguida de las fincas, atravesamos el bonito arroyo Santa Clara y a corta distancia nos encontramos con una de las puertas de la Hacienda, arqueada en medio punto, rematada con un vano circular y cubierta por un tejado a dos aguas. A unos pasos un bizarro chacuaco nos delató la preciosa estancia, de base octagonal, conformada por ladrillo y embellecida por una buganvilla roja, arriba de su sobria cornisa se levantó la chimenea, de planta circular y de gran altura, de unos doce metros, rematada por un saliente cornisamento. A un costado, miramos varios cuartos, cinco puertas y una ventana abren a su interior, cubiertos por tejas, con pendiente a un agua. Del lado derecho el portón, de dos hojas y atrás, se dejaba ver un cordón de frondas, que revelaba al arroyo, un puente en arco de medio punto lo atraviesa. Al oriente del chacuaco, unos tanques y luego, una alta y solida construcción de gruesos muros, donde bufaba una caldera. El espacio, de planta rectangular y de tres niveles, en su fachada Suroeste, apreciamos una puerta en el primer nivel, otra más grande y arqueada en el segundo, unos orificios de vigas de madera, indican que sostuvieron un tejaban saliente. El tercer nivel, con ladrillos aparentes y a canto, haciendo sus muros anchos, un muro lateral da indicios de una cubierta en bóveda de cañón. Cargas de menas llegaban a la Hacienda, caían a la almádena, se lavaban y tamizaban, para luego extraer los minerales deseados.      

Arroyo arriba, vimos un corral para ganado vacuno, de piedra y un tanto curveado, con una pila para el agua y una bodega de adobe aledaña. Cuesta arriba, potreros, con comederos y buenas sombras de diversos árboles, destacando gruesas higueras. Vimos unos muros con canales, a las veras del arroyo, que sirvieron a una compuerta, provocadora de una buena represa para el estiaje. Nos sentamos un rato al pie de una higuera, a contemplar el hermoso arroyo que alegraba la cañada, salpicada por variados tonos verdes, fraccionados por el torrente ocre de aguas serranas.

21 octubre 2014

Un viaje por la historia del ferrocarril en Etzatlán 21\oct\14

Estación Etzatlán

Al Norte de Etzatlán, se localiza la legendaria estación  que lleva su nombre. Francisco Javier Uribe Topete puso en tinta: En 1887 se formuló por la Sociedad de Ingenieros para establecer un Ferrocarril de Guadalajara a Chamela. Se proponía la siguiente ruta: Guadalajara, Zapopan, Tala, Ameca, San Martín, Tecolotlán, Tenamaxtlán, Unión de Tula, Autlán, Purificación y Chamela. También se interesaron por el ferrocarril Guadalajara-Ameca, proyectos que fueron apoyados por la sociedad “Las Clases Productoras”… En el mes de diciembre de 1896 se inauguró la extensión del ferrocarril Central a la ciudad de Ameca… se contó con la asistencia del Sr. Presidente de la República, Gral. Dn. Porfirio Díaz… El Gobierno se hizo cargo del paseo al Salto de Juanacatlán, el Ayuntamiento de la comida, mientras que la Cámara de Comercio proporcionaría el baile el 7 de diciembre de 1896… El General Díaz pronunció un pequeño discurso diciendo: “Agradezco a la Cámara… Señores: Brindemos por la Cámara de Comercio, por la prosperidad del Estado y por las nobles y bellas Jaliscienses”… la empresa del ferrocarril Central volvió a construir sus líneas a partir del año de 1895… la primera de ellas fue precisamente la de Guadalajara-Ameca, concesionada por decreto el 17 de diciembre de 1895, al igual que un ramal a Tequila… Los trabajos se iniciaron a mediados del año de 1896 y se terminó el ramal de 89 kilómetros en enero del siguiente año. Una vez funcionando el ferrocarril a Ameca, tenía una hora oficial de salida a las 12.45 P.M., tocando las siguientes estaciones: Jocotán, La Venta, Orendáin, El Refugio, Cuisillos, La Vega, Matute, Romero, La Esperanza y Ameca, a donde llega a las 3.20 P.M.

Posteriormente el Ferrocarril Central Mexicano cristalizó el Ramal de San Marcos, que apareció publicado en el Directorio del Estado de Jalisco de 1904-1905: Saliendo a las 3. 00 P.M. de La Vega, parando en las estaciones: Carmen, Ahualulco, Estancita, Etzatlán (5.05), Bárcena y llegando a San Marcos a las 5.35, donde pernoctaba y se abastecía de agua y leña, para silbar su salida a las 5.15 A.M. El próximo año, el 20 de julio, se le aprobó al señor Carlos Romero para que explotara un tren (por 80 años), que corriera entre Etzatlán y Hostotipaquillo. La empresa se nombró, “Ferrocarril Minero de Mololoa”.

Una fresca mañana, Nicolás, Marisol y yo nos encaminamos para Etzatlán, en la esquina de su gasolinera viramos a la izquierda y seguimos por una avenida que nos llevó a la porfiriana estación del tren. Nos bajamos emocionados a apreciar la centenaria finca, de planta rectangular, en el lado Oeste, la sala de espera, abierta por tres costados, el cuarto liga con lo que era la oficina, donde estaba el dinámico Telegrafista y el observador Jefe de Estación, con su reloj de bolso, ferrocarrilero (Elgin), en su chaleco o pantalón y su gorra de Jefe. El costado Norte y Sur están delimitados por basas de piedra, que sostienen pilares de madera y estructuras, que reciben el techo de lámina, a dos aguas. Sala que tenía bancas de madera para los pasajeros. Subimos por una rampa al andén, que conduce a unas altas puertas arqueadas que abren a las bodegas, donde rodaban los diablos y las carretas de barra a la báscula. Las puertas y las ménsulas del alero, enseñan ladrillo aparente, contrastando con los enjarres. Nos adentramos a una espaciosa bodega y fuimos atraídos por el precioso bosque de eucaliptos que enmarcaba la puerta contraria. El lado Este con unas ventanas verticales y una puerta entre ellas, sobre el cornisamento, un letrero: “ETZATLÁN”, arriba, una ventana circular. La fachada Norte con la saliente ventana del Jefe de Estación, que mira el camino de hierro en sus tres lados, donde antaño se dejaba ver una hermosa locomotora con su penacho de humo, silbando alegría y progreso. Entre los rieles, se rellenó con adoquines rojos para servir de agradable andador.

07 julio 2014

Reuniones importantes en Etzatlán 07/JUL/14

Ocho de julio de 1914
Por Alejandro Ruiz Juárez

El martes 8 de julio del presente año se cumplirán cien años de la histórica toma de Guadalajara por el Ejercito de Occidente al mando del general Álvaro Obregón, suceso que ocasionó dos días después la disolución del gabinete del presidente usurpador Victoriano Huerta y su salida el día 15 siguiente al extranjero abandonando la presidencia de la República, además el 8 de julio de 1917 el Congreso del Estado expidió la actual Constitución Política de Jalisco.

Habían transcurrido sólo unos días de la célebre batalla de Zacatecas, donde las fuerzas villistas de la División del Norte habían tomado esa ciudad a sangre y fuego, pero quizá para la Revolución Mexicana la toma de Guadalajara fue mucho más significativa, pues definió a favor del "constitucionalismo" carrancista la gesta revolucionaria.

Manuel Macario Diéguez Lara
Desde la toma de Tepic, ciudad entonces perteneciente a Jalisco, el general Obregón dirigió sus esfuerzos por tomar Guadalajara, considerado el último bastión huertista comandado civil y militarmente por el general José María Mier y Terán quien en la mañana del 8 de julio abandonó la ciudad después de saquear los bancos existentes en ese entonces, con un monto no precisado y que repartió entre sus principales subordinados dejando por supuesto una buena parte para él mismo.

Desde el 26 de junio anterior, el general Manuel Macario Diéguez Lara había sido nombrado gobernador civil y militar por Venustiano Carranza y estableció su gobierno en Etzatlán, donde se le reunió su jefe el general Obregón. Se organizó la toma de Guadalajara enfrentando inicialmente a una fuerza de 12 mil soldados huertistas que corrieron aunque las fuerzas de Obregón eran menores.

Se formaron dos columnas una de Etzatlán a Tlajomulco y otra hacia el norte de Tequila bordeando la barranca del Río Santiago librándose entre el 6 y 7 de julio una batalla en el punto conocido como Empalme Orendáin cerca de Arenal donde fueron derrotados de nuevo los huertistas por fuerzas dirigidas personalmente por el general Diéguez. En tanto las fuerzas de Obregón marcharon de Tlajomulco hasta la Estación del Castillo cerca de Juanacatlán donde nuevamente los huertistas fueron derrotados por la columna encabezada por los generales Lucio Blanco, Benjamin Hill y Rafael Buelna, al que llamaban por su juventud y arrojo "Granito de Oro".La toma estaba consumada.

En el "parte" que sobre la batalla dio el general Obregón a Venustiano Carranza se dice que hubo cinco mil bajas de las fuerzas de Huerta, incluido el general Mier y Terán, así como 170 oficiales y jefes, 16 cañones, 18 trenes y 40 locomotoras, más de cinco mil rifles y municiones, mulas, caballada y ropa y medio millón de pesos, de los cuales 150 mil eran en oro.

Se ha creado la leyenda que en los trenes detenidos en Estación del Castillo, muchos soldados huertistas enterraron oro y valores, pero nunca nadie ha confirmado esa versión. Lo que es cierto es que el general Mier y Terán tuvo la opción de ir por tierra a León Guanajuato, pero prefirió para su mala suerte utilizar la vía férrea ocurriendo la batalla en ese lugar que es hoy una gran zona industrial del llamado corredor industrial de El Salto.

Aparte de los generales citados anteriormente también figuraron preponderantemente el coronel Trujillo y el después general Julián Medina Castillo que luego se afiliaría con Francisco Villa y fue gobernador convencionista de Jalisco en 1915, siendo quien le disparó al reloj de Palacio de Gobierno causando un hoyo aun visible.

Con justicia pues, una céntrica calle de la ciudad lleva la denominación de 8 de Julio.



Festejan la Toma del 8 de Julio
En conmemoración a la celebración del Centenario de la Toma de Guadalajara por el Ejército Constitucionalista bajo el mando del General Manuel M. Diéguez, ocurrida el 8 de Julio de 1914, el Ayuntamiento de Guadalajara inauguró una exposición de armamento que se utilizó en aquella época y que es parte de la colección del Museo del Ejército y Fuerza Aérea.
 
En dos salas se exhiben uniformes, ametralladoras, rifles y armas cortas tipo revólver, donde las personas no dudaron en tomar fotos. En la obra mostrada hay información de la importancia del 8 de Julio para el Estado de Jalisco, y se da una explicación en torno a aquella lucha que encabezó el Ejército Constitucionalista.

Entre las armas presentadas y protegidas en vitrinas elegantes de madera, se encuentra la carabina Mausser, de fabricación alemana. La Winchester, y la Marline Fire, ambas poderosas calibre .30.30.

Sin duda alguna el espectáculo son las pistolas tipo revólver, la francesa Lefaucheux calibre .44, modelo 1896, el revólver Smith&Wsson de 1847 calibre .44, la cual está grabada y tiene cachas en marfil, además de un doble “gatillo”. En la presentación no puede faltar el revólver americano Colts con cachas de hueso calibre .44.

En la presentación del armamento se cuenta, como parte de la obra, dos ametralladoras de las marcas  Vickers y Colt, que fueron utilizadas en la Revolución. También se exhibe la máscara mortuoria de Álvaro Obregón, así como esculturas y pinturas, así como uniformes militares de esa época...