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21 octubre 2014

Un viaje por la historia del ferrocarril en Etzatlán 21\oct\14

Estación Etzatlán

Al Norte de Etzatlán, se localiza la legendaria estación  que lleva su nombre. Francisco Javier Uribe Topete puso en tinta: En 1887 se formuló por la Sociedad de Ingenieros para establecer un Ferrocarril de Guadalajara a Chamela. Se proponía la siguiente ruta: Guadalajara, Zapopan, Tala, Ameca, San Martín, Tecolotlán, Tenamaxtlán, Unión de Tula, Autlán, Purificación y Chamela. También se interesaron por el ferrocarril Guadalajara-Ameca, proyectos que fueron apoyados por la sociedad “Las Clases Productoras”… En el mes de diciembre de 1896 se inauguró la extensión del ferrocarril Central a la ciudad de Ameca… se contó con la asistencia del Sr. Presidente de la República, Gral. Dn. Porfirio Díaz… El Gobierno se hizo cargo del paseo al Salto de Juanacatlán, el Ayuntamiento de la comida, mientras que la Cámara de Comercio proporcionaría el baile el 7 de diciembre de 1896… El General Díaz pronunció un pequeño discurso diciendo: “Agradezco a la Cámara… Señores: Brindemos por la Cámara de Comercio, por la prosperidad del Estado y por las nobles y bellas Jaliscienses”… la empresa del ferrocarril Central volvió a construir sus líneas a partir del año de 1895… la primera de ellas fue precisamente la de Guadalajara-Ameca, concesionada por decreto el 17 de diciembre de 1895, al igual que un ramal a Tequila… Los trabajos se iniciaron a mediados del año de 1896 y se terminó el ramal de 89 kilómetros en enero del siguiente año. Una vez funcionando el ferrocarril a Ameca, tenía una hora oficial de salida a las 12.45 P.M., tocando las siguientes estaciones: Jocotán, La Venta, Orendáin, El Refugio, Cuisillos, La Vega, Matute, Romero, La Esperanza y Ameca, a donde llega a las 3.20 P.M.

Posteriormente el Ferrocarril Central Mexicano cristalizó el Ramal de San Marcos, que apareció publicado en el Directorio del Estado de Jalisco de 1904-1905: Saliendo a las 3. 00 P.M. de La Vega, parando en las estaciones: Carmen, Ahualulco, Estancita, Etzatlán (5.05), Bárcena y llegando a San Marcos a las 5.35, donde pernoctaba y se abastecía de agua y leña, para silbar su salida a las 5.15 A.M. El próximo año, el 20 de julio, se le aprobó al señor Carlos Romero para que explotara un tren (por 80 años), que corriera entre Etzatlán y Hostotipaquillo. La empresa se nombró, “Ferrocarril Minero de Mololoa”.

Una fresca mañana, Nicolás, Marisol y yo nos encaminamos para Etzatlán, en la esquina de su gasolinera viramos a la izquierda y seguimos por una avenida que nos llevó a la porfiriana estación del tren. Nos bajamos emocionados a apreciar la centenaria finca, de planta rectangular, en el lado Oeste, la sala de espera, abierta por tres costados, el cuarto liga con lo que era la oficina, donde estaba el dinámico Telegrafista y el observador Jefe de Estación, con su reloj de bolso, ferrocarrilero (Elgin), en su chaleco o pantalón y su gorra de Jefe. El costado Norte y Sur están delimitados por basas de piedra, que sostienen pilares de madera y estructuras, que reciben el techo de lámina, a dos aguas. Sala que tenía bancas de madera para los pasajeros. Subimos por una rampa al andén, que conduce a unas altas puertas arqueadas que abren a las bodegas, donde rodaban los diablos y las carretas de barra a la báscula. Las puertas y las ménsulas del alero, enseñan ladrillo aparente, contrastando con los enjarres. Nos adentramos a una espaciosa bodega y fuimos atraídos por el precioso bosque de eucaliptos que enmarcaba la puerta contraria. El lado Este con unas ventanas verticales y una puerta entre ellas, sobre el cornisamento, un letrero: “ETZATLÁN”, arriba, una ventana circular. La fachada Norte con la saliente ventana del Jefe de Estación, que mira el camino de hierro en sus tres lados, donde antaño se dejaba ver una hermosa locomotora con su penacho de humo, silbando alegría y progreso. Entre los rieles, se rellenó con adoquines rojos para servir de agradable andador.

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