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14 marzo 2025

Teuchitlán: Experimetos médicos y tráfico de organos, lo que hacían en el rancho del terror 14/mar/25

TRÁFICO DE ÓRGANOS Y ABUSO INFANTIL, LAS OTRAS ATROCIDADES QUE EL CJNG HABRÍA COMETIDO EN EL CREMATORIO DE TEUCHITLÁN

Nuevos testimonios recopilados por el colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco señalan que en el rancho Izaguirre se practicaban más actos ilícitos.

De acuerdo con la líder de Guerreros Buscadores de Jalisco, Indira Navarro, esta historia de horror empieza a raíz de las múltiples desapariciones de jóvenes registradas en la central de autobuses: “Ofrecían una buena paga, 5.000 pesos a la semana, por ser guardia de seguridad, chófer… pero siempre los citaban en la central. Ahí los interceptaban y ya no se sabía nada”, dijo en entrevista con Aristegui Noticias.

Según explicó, los jóvenes eran llevados al rancho, donde eran sometidos a aislamiento, violencia física, y forzados a enterrar y quemar cuerpos. “Nos obligaban a hacer unos hoyos, unas fosas… ponían una plancha de piedra y ladrillo, ahí aventaban los cuerpos seccionados. En el fondo había un cuarto que le llamaban ‘la carnicería’, ahí nos obligaban a quemarlos”, narró Navarro al citar el testimonio de uno de los sobrevivientes.

En el lugar también se encontraron objetos como placas de titanio, dentaduras, y fragmentos de huesos humanos.

 
Abuso infantil y experimentos médicos
 
Durante la misma entrevista con Carmen Aristegui, Navarro reveló que la madrugada del 11 de marzo recibió una llamada de una joven que aseguró haber permanecido tres años privada de la libertad en ese lugar. La mujer, identificada como María, decidió dar su testimonio pese a que sabe que esto podría costarle la vida, comentó Indira Navarro.

“Me dijo que esto (el crematorio clandestino) tiene más de diez años, que opera desde 2012. Que la gente del lugar lo sabía, pero no podían hablar porque estaban amenazados. Me contó cosas muy fuertes”, relató Navarro.

Según los nuevos detalles que aporta el testimonio de María, en el rancho se practicaban “experimentos médicos”: “Contaba de que había unos médicos que iban y hacía como unos experimentos, obviamente se trataba de venta de órganos”, mencionó.

También aseguró haber presenciado casos de abuso infantil. “Había un jefe que le gustaban las niñas, le llevaban niñas, obviamente estamos hablando de pedofilia”, comentó.

Por otro lado, según lo relatado por la testigo al colectivo, cuando alguno de los cautivos lloraba o mostraba señales de debilidad, era arrojado a un área del rancho conocida como “la puerquera”. Ese espacio, delimitado con alambres de púas, albergaba cerdos que atacaban a las personas, devorándolas por partes.

“No es una película de terror, es peor”
En otra entrevista con Adela Micha en el programa La Saga, Navarro amplió algunos detalles. “Yo pensé que ya había escuchado todo… pero lo que me contó era inaudito”, expresó.

Según la información de María, en los años que ella estuvo en el rancho los reclutas eran obligados a participar en peleas en lodo como método de castigo y control, donde el alimento era utilizado como incentivo o premio. Dormían hacinadas directamente sobre el suelo, bajo una lona colocada en el área conocida como el domo, en condiciones precarias e insalubres.

La sobreviviente señaló que en ese entonces los reclutados eran obligados a vestir ropa naranja, similar a los uniformes utilizados en centros penitenciarios, con el objetivo de identificarlos fácilmente. Quienes intentaban escapar eran ejecutados de inmediato, según el testimonio.

Según la testigo, algunos mandos del grupo criminal solicitaban la entrega de personas específicas, incluso por encargo. En algunos casos, se trataba de represalias contra civiles, como empresarios que habían tenido conflictos con integrantes del grupo.

La joven que logró comunicarse con Indira Navarro describió también que, tras un periodo de adiestramiento, las personas eran enviadas a zonas de conflicto como Zacatecas o Michoacán, utilizadas como carne de cañón. Quienes lograban sobrevivir a esa primera etapa eran transferidos a un segundo nivel, descrito como una “escuela del terror”, donde recibían entrenamiento armado impartido por civiles, exmilitares y personas extranjeras, según relataron otros jóvenes entrevistados por el colectivo.

En ambas entrevistas, Navarro insistió en la responsabilidad de las autoridades por no haber documentado los hallazgos en la intervención de septiembre de 2024. “Hicieron prospección dos días. Dijeron que era muy grande el rancho, pero mide menos de una hectárea. Hicieron tres hoyos y no pasaron georradar”, señaló.

LA CRUEL REALIDAD

Le llamaban La Escuelita, pero entre sus muros no había aulas ni pupitres. No había maestros ni estudiantes. Lo que había en las entrañas áridas de Teuchitlán, Jalisco, eran instructores que formaban a sangre y fuego a próximos soldados del narco; jóvenes reclutas a los que llevaban, en su mayoría, con engaños.

El Rancho Izaguirre, en la comunidad de La Estanzuela, es un lugar localizado entre laberintos de tierra donde el humo de la leña para cocinar se mezcló con el de la carne humana calcinada. Ahí, hombres y mujeres fueron adiestrados en el manejo de armas, en técnicas de combate y fabricación de explosivos, pero también para desmembrar y desaparecer restos humanos.

En enero de 2025, Madres Buscadoras de Jalisco, y el reportero que hoy escribe (Víctor Hugo Ornelas), entraron al predio en una jornada de búsqueda de personas desaparecidas. El sitio fue identificado como un centro de adiestramiento del crimen organizado.

TESTIMONIOS DE SOBREVIVIENTES

“Dormíamos en posición fetal, muy pegados unos de otros, porque se llevaban gente, pero casi a diario llegaba gente nueva”, dice un hombre que sobrevivió a este lugar luego de estar dos semanas “que fueron eternas”.

En el rancho también había un espacio usado para torturar a quienes se atrevían a decir no a alguna de las indicaciones de los instructores.

"Todos los días nos pegaban por cualquier cosa, así nos mantenían con miedo. Desde que llegamos lo primero que te hacen —luego de que te desnudan— es agarrarte a tablazos".

De acuerdo con los testimonios, en el rancho todo lo que se cocinaba se hacía con leña que se almacenaba al aire libre, a un costado de la cocina cubierta sólo con una lona. La leña también era utilizada para cremar los cuerpos de quienes fallecían al interior de este centro.

    "Los que me tocó ver a mí, los mataron porque preguntaban si alguien quería irse y los que respondían que sí, los mataban enfrente de todos. También mataban a los que se querían escapar brincándose la barda", dijo uno de los sobrevivientes, quien afirmó haber llegado a este lugar procedente de Guanajuato, por medio de una falsa oferta de empleo como guardia de seguridad.

En el Rancho Izaguirre la muerte está plasmada en cada rincón. En diversos puntos de la barda perimetral del predio se pueden apreciar impactos de bala.

Muchos de los impactos también son producto de las prácticas de tiro que ahí se realizaban. A 120 metros de la puerta de acceso —en el almacén— se encontraron decenas de señalamientos viales que sirvieron como tiros al blanco.

    “Esos ya se usan cuando te enseñan a disparar con AK47 y con arma corta”, dijo otro de los testigos, aunque recordó que las primeras prácticas se hacían simulando combates entre los ingresados, utilizando pistolas de gotcha. Primero el 'juego', luego la práctica.

    “Ahí no hay 'no puedo, no quiero'. ¡Nada! Si te mandan por un papel de baño o te piden torturar a tu compañero, lo tienes que hacer. No hay más oportunidades”.

Hasta el fondo del rancho se encontró la carnicería, lugar bautizado así por los instructores del terror porque es ahí donde enseñaban a desmembrar restos humanos. Como fuera, como se pudiera.

    “No nos enseñaban una técnica como tal, más bien era como tú fueras entendiendo. No hay día que no piense en eso y no hay día que no me atormente. Al principio ni podía dormir, pero en ese momento tenía que hacer las cosas para seguir vivo”, recuerda uno de los sobrevivientes.

El número de personas que fueron desmembradas y calcinadas en este lugar es incierto. Ninguna de las personas que dieron su testimonio pueden ofrecer un dato sobre la cantidad de fallecidos en este lugar.

    “Yo estoy de este lado porque nunca perdí la fe en Dios y lamentablemente, y Diosito lo sabe, a lo mejor tuve que hacer varias cosas para ganarme varios privilegios”.

Fuente Milenio Jalisco / Víctor Hugo Ornelas

  




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