Antes de tener los avances tecnológicos, las personas se
comunicaban con mensajes escritos de “puño y letra”.
Las cartas eran un método efectivo de comunicación y ahora
con la tecnología es más fácil rastrear las misivas. ¿Hace cuánto recibieron
una carta?
EL OFICIO DE LLEVAR NUEVAS
En el México precortesiano, especialmente los Aztecas, tenían mensajeros o paynani, que no obstante que transmitían información, su función era más bien de tipo religioso, ya que eran los emisarios del Dios Paynal, mensajero de Huitzilopostli, y pregonaban el advenimiento de las Guerras Floridas.
Dios Paynal, mensajero de Huitzilopostli
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Es realmente durante la época del Virreinato, cuando Felipe II, nombra Correo Mayor de la Nueva España a Don Martín de Olivares, el cual toma posesión de su cargo en el año de 1580. Durante todo el periodo de la colonia, de manera paralela al surgimiento de las grandes ciudades, centros mineros, agrícolas y portuarios, el sistema de correos se va implementando a todo lo largo y ancho de Nueva España y se establecen las primeras rutas postales, siguiendo los caminos reales y de herradura.
Con implantación de las Reformas Borbónicas en todo el Imperio Español, que hasta ese entonces estaba concesionado a particulares sobre la base de Mercedes Reales, pasa a ser una función prioritaria del Estado. El siglo XVIII presenció el surgimiento del cartero, en la Ordenanza General de 1762 se menciona por primera vez el oficio de cartero. Así leemos que: “No pudiendo despacharse las cartas al público enteramente por la reja de los oficios (es decir, los buzones de las oficinas), a causa de no acudir sus dueños a sacarlas, se ha hecho preciso destinar sujetos determinados, que las lleven a las casas, los cuales se llaman carteros”. Atendiendo a la Ordenanza General de 1762, el primer cartero de oficio en la Nueva España fue Joseph Lazcano, quien repartía misivas y legajos: cartas particulares, pliegos oficiales, impresos y libros; pero no sólo entregaba la correspondencia, ya que después de hecha la entrega, seguía el de cobrar el porte que el administrador o su oficial indicaba en la envoltura de la carta, pues el franqueo lo pagaba el destinatario, entre muchas otras funciones.
Por lo demás, de acuerdo con la Ordenanza, Lazcano obtenía, para él un cuarto de real de sobreporte por cada carta; también era su obligación anotar los cambios de domicilio, indagar los nuevos y dejar las cartas en la mano del destinatario, salvo que conociera a sus parientes o criados. Para el año de 1795 los carteros reciben el “honor” de usar uniforme, por un decreto emitido el 16 de noviembre de 1794. Era una casaca de paño azul marino “con chupín, collarín y vueltas encarnadas y en estas alamares bordados con oro”; aquel uniforme tenía un aspecto militar. El Día del Cartero se celebró por primera vez en 1931, por iniciativa del ingeniero y Coronel Luis G. Franco, quien pertenecía a las tropas obregonistas. Franco en 1922 vio cómo un tren que transportaba “cincuenta millones de pesos en oro y correspondencia militar”, explotó, dinamitado por el enemigo.
Los “carteros” recogieron el dinero y la correspondencia que no se había destruido, entregándolas a las autoridades. Franco, conmovido, sintió que debía reconocerse el trabajo de estos empleados. Más tarde, en 1931, según él mismo refiere, vio, a través de una ventana, cómo un cartero se quitaba la gorra y la chamarra para proteger de la lluvia a la correspondencia. Franco recordó la escena de 1922 y propuso al presidente Pascual Ortíz Rubio, que se celebrará un “día del cartero”, desde entonces el Día del Cartero se ha celebrado ininterrumpidamente. A los carteros, en cierto modo, se les asocia con el contenido de la correspondencia, sobre todo con su efecto emocional. Se ve en ellos a los transmisores de noticias alegres o tristes; esperadas o inesperadas; de intereses y sentimientos, gracias a ellos los ausentes están presentes, es por ello que se puede atribuir a que la sociedad cuide al cartero de la misma forma que cuida la relación que le confía.
FILATELIA
El correo, elemento imprescindible de la memoria histórica de México, ha creado a lo largo de más de 420 años, con sus Ordenanzas y Cédulas reales, cartas, buzones, sellos y estampillas, una sólida cultura postal.
Dentro de las estampillas postales originales existan verdaderas obras de arte del diseño gráfico y emisiones representativas muy localizadas, que marcan todo un hito en la historia del país, como las que ostentan a Cuauhtémoc, Arte-07 último emperador azteca, con un valor facial de 30 ctvs; la del bajo relieve de una estela de las ruinas de Bonampak, Chiapas, con un valor facial de 50 ctvs., y la que representa a la Danza de la Pluma, de Oaxaca, con un valor facial de 10 ctvs., de las series permanentes de correo aéreo, sobre Arquitectura y Arqueología, emitidas entre 1950 y 1953.
Para la clasificación de la filatelia mexicana, los más acuciosos investigadores la dividen en cuatro épocas: La Época Clásica (1856-1883); La Época Antigua (1884-1910); La Época Revolucionaria (1910-1923) y La Época Moderna (1924 a la fecha).
Primero en planchas de cobre, luego en las de acero, la estampilla postal ha recorrido desde el huecograbado, el offset hasta llegar a las novedosas técnicas por computadora que hacen en la actualidad de la filatelia mexicana, una de las más hermosas y variadas del mundo.
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