El relato que nos comparte Eva fue por la década de los años 90's.
Eva y su amiga fueron a pasar un fin de semana a Etzatlán, con unos familiares que vivían en la calle Independencia.
Desde el viernes en la tarde, se alistaron para viajar al municipio, desde Guadalajara.
Abordaron el autobús, en la central "vieja" y se acomodaron en sus respectivos lugares.
En el camino platicaban de distintas cosas, desde el clima hasta que iban a hacer en Etzatlán.
Estaban planeando ir al arroyo de Santa Clara, a la Cruz de Quezada, comprar una nieve en la Plaza, etc.
El camión hizo su parada tradicional en el Ingenio de Tala y se compraron un par de elotes asados.
Llegando a la terminal de autobuses de Etzatlán, que en ese tiempo estaba en la calle Escobedo, ya tenían más hambre y se dispusieron a caminar en busca de algún lugar para comer algo.
Ya satisfechas, fueron a la casa de los familiares de Eva.
La amiga de Eva, quedó admirada de la amabilidad de los parientes... la trataban como si fuera un integrante más de la familia.
Le informaron que se sintiera como que si fuera su casa y le asignaron una recámara para ella sola.
Dejó sus cosas en el cuarto, mientras que Eva iba a la parte de arriba a dejar las maletas.
Ya de noche se preparaban para ir a la Plaza y en el caminó les tocó recibir la "bendición" con las campanadas del Templo de la Purísima Concepción.
Eva ya le había explicado a su amiga de esa tradición que hay y por eso no se sorprendió.
Como era la primera vez que la amiga de Eva visitaba Etzatlán, le explicó también que en la noche se aparecía la luz en el cerro y le habló de la leyenda de Juan minero.
Ya de regreso, Eva le platicaba a su amiga, que el sábado, muy temprano, irían a la Cruz de Quezada para que mentalizara para caminar. Y como a la amiga le gustaba la naturaleza y el ejercicio, le contestó con una sonrisa.
Llegando a la casa de los familiares, cada quien se fue a su recámara a dormir.
La amiga de Eva, se estaba poniendo su ropa para dormir, cuando escuchó que se caían unas canicas en el piso, pero el sonido se escuchó en el techo.
No hizo caso y pensó que era Eva, ya que ella estaba en el cuarto de arriba.
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(foto ilustrativa) |
Ya en la mañana, en el desayuno, le preguntó a Eva sobre el extraño sonido, pero Eva le contestó que ella no había sido y que tampoco había escuchado algo.
A la amiga de Eva ya no le gustaron las respuestas y se puso nerviosa y ya no quería terminar los alimentos.
La tía de Eva le trató de dar algunas explicaciones lógicas, como por ejemplo que hay ocasiones que los sonidos se guardan en las paredes, que algunos sonidos son efecto de otros movimientos que se parecen y uno los percibe de otra forma, como cuando arrugas una hoja y se escucha como si hubiera un incendio.
Y para tranquilizarla más, le dijo que esa noche Eva se quedaría con ella.
Como lo tenían planeado, se fueron a caminar. Hicieron otras actividades y llegó la noche.
Ya en la casa, Eva fue por su ropa de dormir, mientras que su amiga la esperaba en la puerta del cuarto para entrar juntas.
Estaban las dos ya listas para dormir, cuando la amiga escuchó nuevamente los sonidos raros de las canicas y le comentó inmediatamente a Eva.
Eva no lo podía creer, ella no escuchaba nada... su amiga desesperada abrió la puerta del cuarto y se salió.
Eva, asustada, también se salió corriendo.
La amiga empezó a llorar y le decía a Eva que a pesar de estar en otro lugar, el niño de las canicas no la dejaba en paz.
Y le comentó que era muy frecuente ese ruido en su infancia, pero ya de grande no lo había vuelto a escuchar hasta este día.
La historia termina aquí.
Eva dice que su amiga fue nuevamente fue a terapia y que varias veces a visitado Etzatlán sin ninguna complicación.
Eva nos comenta que se quedó con la imagen de la cara de su amiga de espanto y que jamás la ha podido borrar de su mente.
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