El
reencuentro
Autor: Carlos Enrique Parra Ron
Fue
en una tarde de sábado de Carnaval cuando sucedió esta bella historia, misma
que se asemeja a un cuento de príncipes y doncellas, pero que muchas veces
aunque parezca imposible se suele dar y este es un ejemplo.
Nuestra
historia comienza haya a mediados de los años 50’s del siglo pasado, cuando una
hermosa señorita pueblerina se alistaba para participar en un certamen de
belleza… ¡la Segunda Feria del Maíz! Misma que fue tan importante, como lo es
hoy el evento de Señorita Jalisco. Ella contaba con 22 años, nacida en esta
prodigiosa tierra de Etzatlán, aspirante al título de la mujer más bella de
Jalisco y que dadas las artimañas de gente sin escrúpulos ya que en la final, a
la hora de la verdad, alguien sobornó a su maquillista y la dejó sobrepasada de
pinturas, al darse cuenta ella que en vez de favorecerla la había empeorado,
corrió y se lavó la cara dándole tiempo nada más para eso cuando la llamaron y
con mucho valor, así salió… ¡sin pintarse! Ganando un honroso segundo lugar y
siendo la “campeona sin corona”, pues llamó la atención más por su belleza
natural que la misma triunfadora.
Pues
bien, en esa ocasión su acompañante o chambelán fue un joven que sobresalía
entre lo más selecto de la sociedad tapatía, al cual lo quisieron premiar
ofreciéndole ser el acompañante de la nueva Reina de la Segunda Feria del Maíz,
a lo cual él sin pensarlo tanto rehusó, pidiendo que se le considerara porque él
quería seguir acompañando a la ya para entonces Princesa.
Cuentan
que el mismo Presidente Adolfo López Mateos quedó impresionado con su belleza,
así como otros actores de renombre, pero cabe mencionar que en el baile de gala
que se llevó a cabo en el famoso Casino del Agua Azul, el mismo Mario Moreno
“Cantinflas” le pidió que aunque fuera una pieza le permitiera bailar con él,
con eso se daba el famoso mimo mexicano.
En
una ocasión ya casada y viviendo en los Estados Unidos, supo que cerca se
llevaría un encuentro entre los presidentes Kenedy y López Mateos y le comunicó
a su marido que le gustaría ir a saludar a su amigo Adolfo, a lo que el esposo
incrédulo le comento que “estaba mal de la cabeza”, que como pretendía tal
barbaridad y siguiéndole la corriente fueron al lugar, ella se identificó y
cual va siendo la sorpresa que no solo saludaron al presidente, sino que él
mismo López Mateos les presentó a John F. Kenedy. Estas son solo algunas
anécdotas de las que se me vienen a la cabeza, pero de esto hubo mucho más.
Pasaron
los años y después de tanto ir y venir estos dos personajes de fiesta en fiesta,
princesa y chambelán se separaron y no se volvieron a ver. Pasaron 55 largos
años, ya estando viudos los dos fue cuando en una tarde de sábado de Carnaval,
se volvieron a encontrar, así, sin más, ni más, de un de repente sus vistas se
encontraron, ella no lo reconoció ya que el caballero portaba un sombrero, pero
él al verla esbozó un amplia sonrisa diciendo… ¡es Rita! ¡Sí! ¡Es ella!, todos
volteamos y no nos imaginábamos nada de lo que encerraban cada uno de ellos en
su historia, de inmediato se dirigió a ella, el ya no tan joven ex chambelán y
le dijo; “yo soy, no te acuerdas de mi” y ella con gran júbilo y sobre todo
nerviosismo asintió con la cabeza. Se dieron un abrazo, un beso en la mejilla y
duraron no sé cuánto tiempo callados contemplándose, con el marco musical de un
trio haciendo la escena más tierna. Todos los que estábamos ahí presentes vimos
ese suceso como cosa natural ya que había amigos y parientes que tenían mucho
tiempo sin verse y que por ese motivo desde el año 2013, Rodolfo Ramos Ruíz y
familia, organizan este convivio, propiciando un hermoso reencuentro como el
que expongo en cuestión.
No
tardó nada en saberse la historia, ella Rita Esther Romero Acevedo, él Adolfo
Chávez Ruíz Velasco, quienes se vieron por última vez hace 55 años y que en ese
sabadito de Carnaval Etzatlán 2014, se reencontraban, volvían a estar juntos.
Yo
discreto a muy corta distancia los contemplaba, él insistía con la mirada, ella
rehuía, después el platicaba conmigo y ella como no queriendo lo contemplaba y
así pasaron varias horas, hasta que el tiempo inmisericorde invitó a la
tarde-noche y los dos como dos buenos amigos se desearon lo mejor despidiéndose,
rogando a Dios que pronto se volvieran a unir…
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