En la década de los 60’s la temporada de lluvia fue en algunos años buena y en otros años mala en la Región, ahora denominada Valles.
En el municipio de Etzatlán hubo varias familias afectadas, ya que con lo de la cosecha no les alcanzaba para cubrir los gastos de distintos insumos.
El relato que nos compartieron, se centra en un padre de familia que encontró una “minita” de oro en Santa Rosalía.
foto ilustrativa |
Un día llegó el jefe de familia con varias frutas y verduras y hasta con un puerquito a su casa, donde lo estaban esperando sus seres queridos.
Los nietos del señor quedaron asombrados, ya que habían escuchado que tenía problemas para obtener dinero.
Los niños inquietos y curiosos querían saber como su abuelo había obtenido dinero para comprar costales de comida.
Pasaron algunos días y la comida estaba escaseando y uno de los nietos escuchó accidentalmente que su abuelito le platicaba a su abuelita que había encontrado una especie de cueva con algunas pepitas de oro, pero que estaba custodiada por “personitas”.
Inmediatamente fue a contarle a su hermano de lo que habían platicado sus abuelitos.
El hermano mayor no le creyó a su pequeño hermano.
En la casa ya casi no había comida y no encontraba la forma, el padre de familia, de hacerse de dinero para poder comprar lo necesario.
El nieto mayor notó a su abuelito preocupado desde muy temprano y lo observaba como iba y venía en la sala, en espera de su esposa que había ido con la vecina a pedirle algunas cosas para desayunar.
Por fin llegó la abuelita....el señor la tomó del brazo y se la llevó a una de las recámaras.
El nieto que observó todo, se acercó sigilosamente al marco de la puerta y escuchó al abuelito decir que iría por otra pepita de oro.
A la señora no le gustó la idea y le advertía de que las personitas o gnomos le podían hacer algo malo. Pero el insistió que eran amigables.
El señor le comentó a su esposa, que un día iba a sus parcelas (estaban cercanas a un cerro de Santa Rosalía) y que piso mal una piedra y se lastimó un pie, por lo que buscó un lugar para descansar un poco. No muy lejos había una piedra grande y decidió ir ahí.
En el momento que dejó su *bule o guaje a un lado, movió una piedra mediana que destapaba la entrada de una especie de madriguera, de donde salió un hombrecito, como de 25 centímetros de alto y un poco jorobado, con una especie de cáscara de nuez en las manos y se veía como triste.
Al verlo no me espante, dice el señor a la señora, y le comentó que agarró su bule, lo destapó y le puso agua en el recipiente.
El hombrecito levantó la mano e hizo una seña para que otros 2 gnomos salieran.
El señor les llenó sus vasijas de agua y un tercer gnomo le entregó una pepita de oro.
Tomó la pepita y los 4 seres se metieron a la pequeña cueva.
El señor fue a la cabecera municipal de Etzatlán a cambiar el oro por dinero y así compar cosas.
Su esposa quedó convencida de que eran buenos y aceptó que fuera por otra pepita. Asombrado el nieto por lo que había escuchado, salió corriendo con su mamá para pedirle permiso de ir a acompañar a su abuelito y que se llevaría a su hermano.
Ambos nietos siguieron a su abuelito, sin que el señor se diera cuenta y después de caminar unos 50 minutos, llegaron al lugar.
El señor buscaba la piedra grande y no la encontraba. Daba vueltas para observar nuevamente el camino y los nietos se escondieron atrás de un árbol para que no los viera.
El nieto mayor miró que su abuelito se agachó y tomó algo de la tierra y emprendió su regreso.
Los nietos esperaron en el árbol y dejaron que pasara su abuelito. Se acercaron al lugar donde su abuelito se agachó y no encontraron nada. El nieto mayor buscaba una cueva y movía piedras y no localizó absolutamente nada.
Como ya se estaban tardando mucho, decidieron alcanzar a su abuelito, para que su mamá no sospechara.
Pasaron varios años y nuevamente los niños, convertidos en adultos, fueron al sitio, pero con un detector de metales y no encontraron nada.
Al verlo no me espante, dice el señor a la señora, y le comentó que agarró su bule, lo destapó y le puso agua en el recipiente.
El hombrecito levantó la mano e hizo una seña para que otros 2 gnomos salieran.
El señor les llenó sus vasijas de agua y un tercer gnomo le entregó una pepita de oro.
Tomó la pepita y los 4 seres se metieron a la pequeña cueva.
El señor fue a la cabecera municipal de Etzatlán a cambiar el oro por dinero y así compar cosas.
Su esposa quedó convencida de que eran buenos y aceptó que fuera por otra pepita. Asombrado el nieto por lo que había escuchado, salió corriendo con su mamá para pedirle permiso de ir a acompañar a su abuelito y que se llevaría a su hermano.
Ambos nietos siguieron a su abuelito, sin que el señor se diera cuenta y después de caminar unos 50 minutos, llegaron al lugar.
El señor buscaba la piedra grande y no la encontraba. Daba vueltas para observar nuevamente el camino y los nietos se escondieron atrás de un árbol para que no los viera.
El nieto mayor miró que su abuelito se agachó y tomó algo de la tierra y emprendió su regreso.
Los nietos esperaron en el árbol y dejaron que pasara su abuelito. Se acercaron al lugar donde su abuelito se agachó y no encontraron nada. El nieto mayor buscaba una cueva y movía piedras y no localizó absolutamente nada.
Como ya se estaban tardando mucho, decidieron alcanzar a su abuelito, para que su mamá no sospechara.
Pasaron varios años y nuevamente los niños, convertidos en adultos, fueron al sitio, pero con un detector de metales y no encontraron nada.
*bule o guaje (foto ilustrativa) |
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