En el municipio de Ahualulco de Mercado se realizará, por primera vez, el festival del ahuilote, este domingo.
Habrá un concurso gastronómico y el ahuilote será el ingrediente principal.
Habrá premios a los participantes que concursarán de forma individual o grupal.
Puede participar en la carrera. Habrá mesa de inscripción en la Plaza Principal.
"Este próximo domingo 14 de agosto se organiza en mi pueblo, Ahualulco de Mercado, Jalisco, el Primer Festival del Ahuilote, una fruta silvestre que cada verano de mi infancia recolectaba por el rumbo de los arroyos Las Torcazas y Las Tinajas. La nostalgia se puso mandona y me impuso recordar aquellos paseos estivales que espero realizar en estos días por venir. Comparto entonces estos renglones deseando que el festival tenga mucho éxito y larga vida.
El recolector de ahuilotes
Si las tormentas de junio y julio no se guardaban confesión alguna en sus vejigas, el campo se tornaba una sinfonía acuática para felicidad de todos; la temporada entonces era propicia para hacer la peregrinación al arroyo de Las Torcazas; allá nos esperaba un demorado chapuzón tras recolectar, sudando la gota gorda, una cubeta de ahuilotes; para los más audaces, unos kilómetros más arriba, estaba el arroyo de Las Tinajas donde el caudal milenario había erosionado los bancos de cantera formando albercas y cascadas para nuestro exclusivo placer.
En las riberas y en las colinas crecían libérrimos y despreocupados los árboles de ahuilote, sus ramas a tope de racimos verdes, rojizos y azabaches.
Ocultos entre la hierba o en la arena, yacían sus mejores frutos caídos durante la noche.
Como hormigas arrieras recogíamos con avidez cientos de aquellas cerezas silvestres que horas más tarde estarían en el fogón cociéndose para dar lugar a un dulce oscuro, untuoso y aromático que servido en un vaso de leche fría era un manjar supremo tanto para el príncipe como el mendigo.
Apenas rayaba el sol, nos encaminábamos hacia aquel paraíso terrenal que duraba -sin contar la fábula de la fruta prohibida- lo que dura un amor de verano, según nos hizo saber con lágrimas en el rostro un tal Roberto Jordán. Las vías del tren resultaban, con mucho, el camino más placentero de la excursión: se imponían las carreras de equilibristas sobre los rieles, la fabricación de talismanes con monedas holladas por las ruedas del ferrocarril y el vértigo de cruzar el puente de fierro con los ojos abiertos o cerrados mientras el abismo nos llamaba, seductor y boca floja, entre los durmientes.
Y allá íbamos, enfebrecidos bañistas de la eternidad, ya fuera en grupo o en solitario, devotos de un carpe diem que nos tostaba la carne, gambusinos del mediodía que nos arrastraba en permanencia voluntaria por un tobogán salvaje."
Texto de Ernesto Lumbreras Bautista.
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