Sobre la historia de la chirimía, el
etnomusicólogo Ernesto Cano cuenta que: "este instrumento tiene la
particularidad de haber vibrado en todos los continentes, desde el Oriente
antiguo hasta nuestro Nuevo Mundo. Su antigüedad viene de varios miles de años
antes de Cristo. Finalmente, los árabes lo introducen a España y luego los
españoles, en la conquista de América, lo traen a nuestras regiones".
Tenemos en nuestra historia algunas notas
en donde aparece este instrumento, una de ellas se menciona en el libro, Etzatlán,
de Heriberto Navarrete Flores, S. J.:
“La
obra de la Capilla de la Cuevita Santa, se inauguró el 18 de junio de 1826,
concediendo licencia, por el Sr. Vicario, para celebrar el Santo Sacrificio de
la Misa.
La
procesión se ordenó a un repique en la capilla; salió por la plaza real yendo
por delante la chirimía, enseguida la Cruz y los Ciriales, luego una danza
de criaturas, enseguida la imagen del Sr. San José, luego las insignias de la misa
llevadas por 22 niñas vestidas de blanco, tras estas inocentes iba Fr. Mateo
Hernández, luego venía la soberana imagen de la Virgen de la Cueva Santa.”
Otra
se menciona en los datos históricos de Etzatlán:
“En Etzatlán, los franciscanos permitían que
el pueblo se divirtiera de tal manera, ya que en ese tiempo estaban en auge las
minas, ellos hacían bailes, daban comidas y a los niños regalos, lo que hoy día
llamamos recibimiento, porque de los pueblos y comunidades aledaños venían a
divertirse, se tocaba la chirimía lo que era una pequeña
flautita y un pequeño tambor.
Hace ya algunos años todos los viernes, se
subía a la torre don Catarino y su compañero de Oconahua a tocar la
chirimía que nos anunciaba la vigilia, aunque ya no se escuche porque
estas personas “ya nos han dejado”, y el toque recordaba que aún se conservan
las comidas de los viernes de vigilia.”
Los chirimilleros o piteros de Oconahua, eran
muy famosos, no solo en el municipio de Etzatlán, sino que también en otros
estados eran requeridos por los organizadores del carnaval y por los párrocos.
A ellos se les buscaba no solo para los actos religiosos, sino que también para
las fiestas paganas.
De los chirinilleros de Oconahua, (que eran
los mejores) nomás queda Miguel Férreo y no quiere ya tocar.
Tocan la chirimía y el tambor a las seis de
la mañana por las calles, y al mediodía con la mojiganga y por la noche en la
Expo o en la Plaza.
De entre las canciones que tocaban estaban:
La gallina; El tecolotito; El quelite y Las mañanitas, que son solo algunas de
las tantas que interpretaban.
Con información de Carlos Enrique Parra Ron, cronista
Municipal.
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